A pesar de su acotada filmografía, Spike Jonze se ha constituido como uno de los directores más interesantes y novedosos del cine contemporáneo. Con films como ¿Quién quiere ser John Malkovich? y El Ladrón de orquídeas este cineasta ha incursionado en los recovecos de la mente humana de modo declaradamente artístico y enrevesado. Su último trabajo, Her, se presenta como una historia de amor pero nuevamente con el sello rebuscado y psicológico. Theodor (Joaquin Phoenix) es un hombre deprimido y desahuciado por su divorcio. Necesitado de cariño y envuelto en la era tecnológica de las comunicaciones vacías y alienantes, sin poder relacionarse con mujeres “reales”, entabla una relación con Samantha, un sistema operativo. A partir de esto podemos pensar en la dicotomía que recorre todo el film: ¿qué es lo real? ¿Es la corporalidad lo que hace humano al hombre o los sentimientos? Esta es la problemática que la película pone sobre el tapete. Se puede decir que, en este sentido, la historia tiene un aspecto de ciencia ficción. Samantha dice sentirse tan humana como el resto y de hecho encuentra, de modo optimista, los beneficios de no ser físicamente existente. Esto genera un interesante contraste narrativo entre las imparables ganas de vivir y conocer que tiene Samantha, su fascinación por lo nuevo y la abulia, cansancio y desencanto de Theodor. Al mismo tiempo, él duda de esta relación por la falta física de su novia, a pesar de que encuentran el modo de amarse, tener sexo, acompañarse, etc. Así, esta historia plantea una nueva concepción del amor y las relaciones humanas, dejando al cuerpo como instancia relativa y no tan indispensable. Esta idea se sustenta con el fracaso del matrimonio de Theodor y el de su amiga, Amy (Amy Adams).