Con las ganas suficientes de contar una historia no se necesitan grandes elementos técnicos para llevar a cabo una película, sino una gran combinación de personajes que puedan dar a libre interpretación diferentes opiniones y relatos que tengan como hecho encadenado un mismo elemento, en este caso, la mítica disquería de Villa Crespo, llamada RSG, después de haber cumplido 50 años de existencia. JAI-FI es un juego de palabras: como para todo amante de los discos, Hi-Fidelity es una película que no puede no ser vista, y Villa Crespo, que es el barrio en donde se encuentra la disquería RGS, es un barrio típico de la colectividad judía. “Jai” significa “vida” en hebreo y “fi” es claramente la abreviación de “fidelidad”, no sólo en la fidelidad del sonido del disco, sino también la fidelidad que tienen miles de personas para con el local de la Av. Corrientes.
La directora del documental, Alice Bianchi, quien trabaja hace ocho años como vendedora de discos, después de pasar por diferentes anécdotas de encuentros con extraños personajes que habitan el mundo de la industria musical, decidió llevar este proyecto a modo de homenaje a la pantalla gigante, proyectándose en las noches de disquerías que se organizan en la ciudad. Este lugar hoy en día es un punto de resistencia pero que resiste con fuerza y firmeza sin dejarse vencer. El avance de la tecnología nunca va a poder contra el coleccionismo y el afán de una persona que se deja llevar y así perderse en el recorrido del disfrutar pasar el tiempo mirando discos, hablando con los vendedores y teniendo relaciones de música fuera de su escucha en un reproductor o de sus recitales. La disquería siempre fue un escenario donde varios apasionados se encuentran, es un punto social más que importante para una ciudad como Buenos Aires.
Los entrevistados revisan en su memoria cuál fue el primer disco que se habían comprado, muchos fueron en RGS y otros, quizás más llevado sus años, dan información sobre discos y disquerías que las nuevas generaciones han pasado por alto. Un ejemplo es Ricardo Galante, su dueño, quien recordaba su primer disco que fue de Duke Ellington o el músico y mito de la industria del disco, Rubén Ochoa de casi 90 años de edad, hablando también de cómo llegó a él su primer disco en el año 1949. Otro es Fernando Ruiz Díaz, guitarrista y voz de Catupecu Machu, quien recuerda a The Clash, como su primer adquisición. Esto es lo importante del documental, el énfasis en esa cierta nostalgia que divaga por las disquerías, ese polvo que cubre la pasta de los discos añejados levanta muchas historias al ser soplado por el viento cada vez que se abre y se cierra la puerta en la calle Corrientes. Así se va desde diferentes testimonios pasando por todas las generaciones y se logra un archivo muy valioso para los que en verdad les interesa todo el cambio del disco material a la era digital. Este documental se vuelve una importante herramienta para entender esta etapa atravesada de manera tan repentina que ni cuenta nos dimos y ya muchas disquerías dieron sus últimos sonidos, pero las que sobrevivieron a esta guerra tecnológica se convirtieron en espacios culturales y otras en monumentos imborrables.