A sus 74 años, John Waters sigue siendo un referente del cine rebelde. El autor de filmes como Pink Flamingos ha sido un provocador desde muy temprana edad. Una prueba de ello es que desde su adolescencia fue arrestado en su natal Baltimore por invadir el Carlin’s Drive-In, un icónico autocine de esa localidad fundado en 1958 con capacidad de albergar hasta 1800 vehículos.
Y es que Waters sabía desde entonces que lo apasionaba el séptimo arte y solía pasar mucho tiempo en los autocines locales. El cineasta llevó su amor por los autocines a otro nivel cuando filmó la escena final de Cecil B. Demented (2000) en uno de esos locales. Según reporta IndieWire, Waters comentó durante una reciente entrevista en marco del Festival Internacional de Cine de Provincetown hace unos días: “Pasé una semana en el autocine filmando ese final, por lo que casi me curó el deseo de volver allí nuevamente”.
Actualmente, los autocines cobraron un nuevo auge en países como los Estados Unidos durante esta temporada a causa de la pandemia de COVID-19. Al respecto de este fenómeno, Waters rememoró los motivos de muchos para asistir a esos lugares en el pasado:
“Nadie fue a ver Night of the Lepus porque era divertida; pensaron que daba miedo. No fueron a ver películas de Russ Meyer porque eran divertidas; vinieron a masturbarse”.
Más adelante agregó: “Los autocines exhibieron a propósito las películas de explotación más extremas, especialmente en el invierno. Mostraron los títulos más atrevidos en el invierno. Y la gente iba con el frío. Era como una habitación de hotel, un lugar donde podías alejarte de tus padres. Para eso vino la gente; estaban llenos”.
El veterano director reconoció que sus propios filmes rara vez fueron proyectados en autocines, por lo que el actual contexto parece ser el indicado para que eso suceda.