Hoy les entregamos la película ganadora del BAFICI 2012, La araña vampiro (mejor película y mejor actor Martín Piroyansky). El director Gabriel Medina ya había deleitado al público indie y alternativo con su ópera prima Los Paranoicos, y vuelve a hacerlo con este film que comparte algunos aspectos con el primero, pero consta de un enfoque absolutamente distinto. La innovación de Medina viene en este caso por el lado de la narrativa, nos cuenta una historia poco convencional en el cine nacional y de un modo bien particular, que ya va determinando su estilo como realizador. Jerónimo es un chico un tanto atormentado y medicado psiquiátricamente. Para encontrar un poco de paz, viaja con su padre a un lugar inhóspito en las Sierras de Córdoba; pero allí será víctima de un episodio mortal: será picado por la araña vampiro. Moribundo y lleno de miedo emprenderá un viaje acompañado de un borracho ermitaño del lugar, para lograr su salvación. La película juega principalmente con la base mítica. Todo gira en torno al mito de la araña vampiro: así aparecen personajes tenebrosos y ambiguos, la historia es conocida por todos, los lugares tan desolados e imponentes forman parte del mismo terror en el que ingresa Jerónimo, quedando así muy descolocado en ese ambiente, provocando la sensación buscada de horror. Es realmente destacable el trabajo actoral de Piroyansky, quien, con pocas palabras y con acciones concretas, logra trazar un carácter complejo y principalmente desesperado. Nunca puede guardar la calma y justamente se rodea de personajes que no se sabe hasta qué punto son confiables o forman parte del episodio venenoso. En este sentido, la narrativa tiene mucho del cine clásico norteamericano de terror psicológico, muchas veces se recurre a sus mismos esquemas. Pero Medina logró hacer uso de estos agregándole un color autóctono y un clima de cine definidamente argentino. Otro aspecto interesante de la narración es el juego con la mente de Jerónimo. Lo primero que nos muestran de él es que en algún punto está desequilibrado y que sus percepciones de la realidad pueden no ser las más atinadas. Entonces, viajamos por una atmósfera de ensueño, mito, irrealidad y terror en la que muchas veces no se puede distinguir entre lo imaginario y lo real. Esto por momentos incomoda al espectador pero le suma un condimento interesante al film. Sí se puede decir que por momentos el film pierde el ritmo, decae hasta que vuelve a instalar la tensión y la adrenalina. El ritmo pausado, el poco diálogo y las largas tomas son aspectos con los que ya nos habíamos encontrado en Los Paranoicos y que forman parte de la original estética del director. Cabe destacar que la música incidental está a cargo de Prietto viaja al cosmos con Mariano, incluyendo un tema de Shaman y Los Hombres en llamas, lo cual generó muchos adeptos a la película y al director; similar a lo que había sucedido con Los Paranoicos que contenía música de Él Mató a un Policía Motorizado y de Farmacia, entre otros.