Hay una escena clave en Matrix, la película de las hermanas Wachowsky. Es cuando Neo finalmente logra “ser uno” con la máquina. Entiende las reglas del juego, y al entenderlas las domina. Neo vence al agente Smith porque se da cuenta de que la Matrix no es real, es un programa, una realidad virtual. Y por lo tanto no aplican las mismas reglas que en el mundo real. Si se lo propone, en la Matrix Neo puede esquivar balas, puede dominar el espacio y el tiempo, puede ser tan veloz como el más veloz de los agentes, es solo cuestión de imaginarlo.
En Space Jam, Michael Jordan triunfa frente a los Monstars de la misma manera. Los Looney Tunes están abajo en el marcador durante todo el partido. En el segundo tiempo se reponen y recortan las distancias. Pero no va a alcanzar, los Monstars siguen arriba a pocos segundos del final. Hasta ese momento Jordan lo había dado todo, pero había jugado como en un partido de la NBA, siguiendo las reglas que rigen en el mundo real. Todos a su alrededor se habían comportado como cartoons durante el partido (gags con martillazos, cohetes, motos se suceden a lo largo del partido), él no. Hasta que tiene una epifanía: en el mundo de los dibujitos, las reglas no son las mismas que en el mundo real. ¿Por qué no volcar desde mitad de cancha? ¿Qué le impide estirar el brazo seis metros, si todos a su alrededor hacen todo tipo de locuras?
A Neo ya se lo habían explicado dos veces. Primero Morfeo, durante el entrenamiento, ante la prueba del salto. ¿Qué es la prueba del salto? Un programa reproduce el techo de dos rascacielos de Manhattan, separados por una calle, y hay que saltar de uno a otro. Neo fracasa (desilusionando a todos: “¿este es el elegido?”). Fracasa porque cuando despega del edificio piensa que un ser humano no puede hacer un salto de cinco metros, por lo tanto, en mitad de camino cae contra el piso. Neo todavía no liberó su mente como le dijo Morfeo: no entendió que lo que ve como real, no lo es tanto.
Pero a Neo no le alcanza con la recomendación de Morfeo. Le tienen que explicar dos veces que la Matrix es una realidad artificialmente construida, y que sus reglas son otras. Recién cuando va a visitar a la Pitonisa, un niño prodigio le hace entender que en la Matrix, uno no tiene que doblar la cuchara, sino a sí mismo. Porque no rigen las leyes de la física, sino que dominar la Matrix es una cuestión mental. No hay cuchara.
En el entretiempo, Jordan ve cómo Bugs Bunny le da de tomar a sus compañeros una pócima mágica (“Michael’s magic stuff”). Él sabe que se trata de agua, pero le sigue la corriente al verlos envalentonados. Lo que para los dibujitos funciona como placebo para ponerlos al nivel de los adversarios, en Michael planta una semilla que va a dar fruto en el último instante del partido. A 10 segundos del final, el recién ingresado Wayne Knight (el odioso Newman de Seinfeld) sufre una apilada monstruosa que lo deja planchado contra el piso. Inflado como un globo, sobrevuela la cancha a fuerza de pedos y recupera finalmente su forma normal al aterrizar. Michael, estupefacto, le pregunta a Bugs cómo pudo haber pasado todo eso. El conejo le responde que cualquiera puede hacer eso en la tierra de los Looney Tunes, “hasta tú”. Y así termina de darse cuenta. A cinco segundos del final, Michael logra lo que Neo no pudo cuando intentó saltar: liberar su mente. Su instinto lo lleva a superar las leyes de la física, porque así como el agua no era mágica, y un humano podía recuperarse milagrosamente de un accidente fatal, él puede volcar desde mitad de cancha. Entendió que no hay cuchara.
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