Aunque sus mundos no parecen tan cercanos, Salvador Dalí y Walt Disney estuvieron unidos una vez en el ambicioso proyecto de realizar algo juntos. El animador más famoso de la historia y el aclamado pintor surrealista se encontraron por 1945 en una fiesta, azarosamente, y como esas ideas que brotan de la simpatía y un par de copas, planearon hacer un film juntos. Si bien podemos imaginar que cualquier cosa salida de la cabeza de esos dos genios sería increíble, pues la combinación de los dos no fue la mejor idea.
Dalí quería utilizar la canción “Destino” del mexicano Armando Domínguez y Disney se encontraba con problemas financieros tras el fin de la Segunda Guerra, pero Dalí insistía con incluir jugadores de baseball en este corto surrealista de carácter infantil. Aún así, a pesar de las diferencias, el pintor se puso a trabajar en el guion con uno de los mejores dibujantes de Disney, John Hench.
El proyecto comenzó a frustrarse en el camino, sobre todo porque Dalí llevaba 70 mil dólares gastados y finalmente se dio de baja. Si bien en los años siguientes la problemática dupla siguió dándose oportunidades de crear juntos, como la idea de hacer una adaptación de El Quijote, ningún proyecto llegó a concretarse.
En 2003, 58 años después de aquel encuentro y en plena fiesta hollywoodense, un sobrino de Walt Disney decidió retomar el olvidado cortometraje para darle vida de manera definitiva. En una primera instancia se pensó que formaría parte del film Fantasía 2000, pero finalmente se estrenó en solitario, bajo la dirección del animador Monfréy Dominique.
El corto se tituló Destino, contiene la canción que Dalí había imaginado y pueden verse los estilos de ambos artistas, extraídos de los más de 200 bocetos que se realizaron en aquel entonces. Fue muy bien recibido por la crítica, incluso nominado por los Oscars en la categoría Mejor Cortometraje Animado.
La protagonista, una bella mujer, tiene las características físicas de las típicas “Princesas de Disney”, mientras que el mundo que habita es un espacio incierto, digno de un cuadro de Dalí, con elementos que se derriten en imponentes desiertos. Esta mujer parece atravesar un sueño en clave surrealista, como si estuviera metida en “La persistencia de la memoria”, mientras baila al estilo Blancanieves hasta encontrar a su “Príncipe encantador”. Destino tiene tanto de trágico como de ensueño, ambas características que los artistas compartían.
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