El director madrileño nos sorprende con un drama que cava bien hondo en los temas más citados por él en su carrera y los trabaja de forma más excesiva y dramática que nunca. La piel que habito (Pedro Almodóvar, 2011) desde antes de su estreno viene teniendo buenas señales. Desde que su mujer murió quemada en un accidente de coche, el doctor Ledgard (Antonio Banderas), eminente cirujano plástico, se interesa por la creación de una nueva piel con la que hubiera podido salvarla. Doce años después consigue cultivarla en su laboratorio, aprovechando los avances de la terapia celular. Para ello no dudará en traspasar una puerta hasta ahora terminantemente vedada: la transgénesis con seres humanos. (Fuente: labutaca.net)
La película es, ante todo una historia de amor y de venganza. De por medio, el director mecha bastantes temas interesante y controversiales que nos podría llevar horas de discusión, pero creo que la base es el amor, la venganza y la locura. Robert, con algunos condimentos, es en realidad el estereotipo del científico loco; un Frankestein al que se le agrega una buena dosis de amor y erotismo. Y, ¡cómo no hablar del erotismo!, factor infaltable en la estética almodovariana: esta vez, como tantas, Almodóvar lleva el deseo, lo erótico, lo sexual al límite de lo bizarro. Su obsesión con el travestismo, con las relaciones sexuales retorcidas son trabajadas de una manera muy nueva, llevadas a extremos maravillosos. Creo que La piel que habito es una de las obras más logradas del director, más madura y más sentida. Hay una temática que es bastante patente en la historia y es el tópico de la cárcel, del encierro. El estar encerrado en el cuerpo, en la sexualidad, en lo material del cuerpo. Vera está literalmente encerrada por Robert, pero además de estar encerrada en esta prisión sirviendo de conejito de indias, esta piel que habita también se presenta como cárcel. ¿Hasta qué punto la carne, la piel, condicionan nuestro ser? Invento, hombre, piel. Intervenir al hombre como a las cosas, como a lo natural. No existe lo natural. Todo es reversible. No sólo el sexo sino que la sexualidad. El personaje de Banderas en un momento dice algo así como: intervenimos la tierra, la comida, etc., ¿por qué no intervenir la piel?
Sí podemos decir que, para los amantes del director, se nota bastante la ausencia de la cuota humorística, si bien tenemos dos o tres pasajes cómicos. Podríamos decir que es un film que más bien se acerca a los del estilo de Todo sobre mi madre o Hable con ella; donde el humor y los colores extravagantes, los decorados kitsch están ausentes. Pero, a cambio de esto, obtenemos un film sumamente profundo. Otra crítica que podríamos hacer es que durante la primera mitad de la película, la historia resulta un poco densa e inentendible. Y luego, en la segunda parte, se unen todos los retazos de historia que veníamos presenciando para lograr una exquisita obra. Todos los cabos se atan a la perfección y el factor sorpresa estalla de maravilla. Cabe destacar la actuación siempre impecable de “la chica almodóvar”, Marisa Paredes y la de Antonio Banderas, en uno de los papeles más comprometidos y profundos (a mi entender). Finalmente, sólo puedo decir que La piel que habito es de esas películas que te dejan pensando por días y días y que hacen que surjan millones de preguntas, así como hablábamos en el caso de Melancolía. Una trama perfectamente lograda que demuestra el profesionalismo superior del director, una historia impactante llevada a cabo por actores que deleitan.