Quentin Tarantino es un ávido cinéfilo que no siempre se para del lado mainstream del cine. Fanático de las películas clase B, de los films de exploitation y gran defensor de muchas películas ignoradas por la crítica culta y especializada, el director ha trasladado a su propio cine muchas características de estos films. Si bien también se ha declarado un gran admirador de grandes maestros con Jean-Luc Godard, no ha dudado en criticar con vehemencia a autores como Stanley Kubrick.
Lejos de halagar la adaptación que Kubrick hizo de Lolita en 1962, Tarantino tuvo las mejores palabras para el film homónimo de Adrian Lyne de 1997. Esta remake está protagonizada por Dominique Swain, Jeremy Irons y Frank Langella y para la crítica no fue un film digno de alabanza, pero el director de Perros de la calle se animó a calificarlo como “una obra maestra” en una entrevista con The New Yorker en 2003 (vía Far Out).
La película cuenta con mucho menos despliegue de producción que la de Kubrick y se trata de un film altamente sombrío y con una carga fuerte de erotismo, como la novela de Vladimir Nabokov. Justamente es lo explícito de esta película lo que Tarantino ha celebrado. Por contrapartida, el director estadounidense criticó lo puritano de la adaptación de Kubrick:
“La idea de que puedas hacer una película sobre Lolita y no tengas una sola imagen perturbadora en toda la película es una locura. ¡Es un fraude! Digo, para mí es perder la parte más fascinante de la obra, que es mirar por los ojos de un pedófilo y realmente ir al compás de ello”.
Tarantino tuvo un crítica similar hacia La naranja mecánica al decir que Kubrick es un hipócrita: “Su lema fue: no estoy haciendo una película sobre la violencia, sino una película en contra de la violencia”. Básicamente, Tarantino no es un hombre de medias tintas y el correccionismo político no es una de sus preocupaciones, sino que la obra artística es el fin último y allí se debe dejar todo para la creación de sentidos y emociones.