Álex de la Iglesia se ha convertido, ciertamente, en uno de los directores contemporáneos más respetados (con toda razón) y con una gran cantidad de fans alrededor del globo. Sucede que cuando algún realizador de su talla lanza su nuevo film estamos todos a la expectativa, esperando lo mejor. Luego de Balada triste de trompeta, un film sombrío, reflexivo, violento, inteligente, histórico y realizado a la perfección, Álex decide volver a su fuerte: la comedia. Pero la comedia de De la Iglesia siempre está cargada de mucho histrionismo, fantasía, echa mano a la tradición del cine de terror y la ridiculiza. Las brujas de Zugarramurdi cumple con estas características, aunque de un modo tan hiperbólico que podemos pensar a Álex se le fue un poco de las manos. La película se sitúa en un pueblo español, Zugarramurdi, lugar cargado histórica y míticamente. En aquel municipio se encuentra la marca de la matanza de brujas durante la Inquisición española. De la Iglesia utiliza la Historia para cruzarla con comedia, feminismo exacerbado luchando con un machismo que pretende ser encubierto pero también termina desplegándose cada vez más. La historia va más o menos así: José realiza un robo a un Compro Oro con su hijo Sergio y un desconocido compañero, Antonio. Luego de algunos obstáculos, logran escapar con su botín, secuestrando a Manuel, un taxista que conduce según sus órdenes. Escapando de la policía llegan a un sombrío pueblo, Zugarramurdi, donde habita la leyenda de la existencia de brujas. De a poco se irán encontrando con algunos eventos y personas particulares hasta que se encontrarán rodeados de hechizos y brujas muy enojadas con los hombres. Esta película, ante todo, tiene dos partes: una primera parte conformada por el robo, persecuciones, huida, etc. que se compone de diálogos con un fino humor muy al estilo de la Iglesia, en esta parte sobre todo son protagonistas José, Sergio, Antonio y Manuel. Luego se abre un segmento liderado por la temática y la presencia de las brujas. Esta parte ya comienza a tener algunos baches narrativos y la ridiculez es tanta que llega a aburrir y a desvalorizar por momentos (sobre todo hacia el final). Más allá de los cambios del film hay tres cosas que se mantienen todo el tiempo perfectamente realizadas y cuidadas: los diálogos, las actuaciones y el arte.
