El pasado jueves 28, en el Cineclub Municipal Hugo del Carril de la ciudad de Córdoba, Jazmín Carballo estrenó su ópera prima Los besos a sala llena y presentada por Roger Koza, un largometraje entretejido alrededor de la cotidianeidad de una ex pareja que se reencuentra fortuitamente en un aeropuerto luego de algún tiempo. Jazmín apuesta doble al colocarse frente a cámara como protagonista eclesiástica del relato, acompañada por Leandro Colja, en una especie de captura generacional en un perfecto blanco y negro, elección estética que obedece al nostálgico devenir de la historia. En propias palabras de la directora y su acertado director de fotografía -el local Julián Lona Urquidi– fue como “si un hijo eligiese su propio nombre” y que desde la sala de montaje Los besos pedían ser retratados en monocromo. Jerónimo vive en Nueva York. Está de paso, en medio de un “viaje relámpago” –como bien aclara su personaje– en la ciudad de Córdoba. Su vuelo de regreso se demora indefinidamente. Lisa acaba de despedir a su mamá en la puerta de embarque. Volviendo sobre sus pasos lo encuentra a Jerónimo sentado y, tras una breve conversación, se retiran caminando juntos del aeropuerto. Pequeñísimas acciones de la vida cotidiana serán retratadas a partir de entonces como con una especie de lupa de aumento donde lo relevante no son los hechos sensacionalistas, sino los detalles preciados que enaltecen los vínculos humanos. Las ilusiones de los veinte, el verano en el patio y las risas naturales son algunos de los elementos que Jazmín combina con la tensión emocional que late entre los protagonistas, siempre a punto de ebullir. No es necesario que Lisa y Jerónimo lo digan todo; sus miraditas, sus gestos y roces develan más de lo que parecen, apelando a la sensibilidad emotiva de un espectador que se identifica en el coqueteo nervioso de la ex pareja. En Los besos, las conversaciones están forjadas a partir de los silencios y no de la palabra hablada, en una especie de juego entre mimos que se acercan pero jamás se tocan. Además, el guión fue pensado específicamente para quien debía interpretarlo, por lo que los guiños y las frases naturales se presentan en abundancia. En general el elenco se desenvuelve con suma espontaneidad, hecho que deviene de un trabajo en equipo tanto a la hora de rescribir escenas como para caracterizar a cada personaje. El resultado es una obra coherente construida equitativamente desde todos los rincones, dando cuenta de una labor cooperativa y en sintonía con sí misma y con lo que desea provocar. Durante la mayor parte del relato, la cámara se comporta como un espía efervescente que registra los paseos de los personajes, entre los cuales figuran desde un partido de básquet imaginario en una cancha abandonada en medio de un pastizal hasta el ensayo de una de la banda local cuyos integrantes también son protagonistas, Un Día Perfecto Para El Pez Banana. De esta manera, la dupla Carballo-Lona opta por una mirada sumamente intimista de la diégesis construida por el grupo de amigos que frecuentarán Jerónimo y Lisa, con una cercanía suficiente como para sentir el solcito del verano que les tiñe los hombros. Pero no sólo el elenco cuenta con la participación de talentos cordobeses, sino también la banda sonora, que admite un karaoke de los villamarienses De La Rivera, canciones de Juan Ingaramo y de los propios Pez Banana. En general, todo el sonido de la película posee un tratamiento específico para cada locación y resulta interesante el manejo de los ambientes y la intencionada diferenciación que se realiza constantemente en cuanto a los espacios que recorren los personajes. Dentro de los 92 minutos de relato hay tiempos reflexivos, breves secuencias de juegos visuales que funcionan a modo de pausa, dando aire a tanta intimidad. Se trata de fragmentos de actividades rutinarias, como el caso del lavado de un auto, donde los elementos cotidianos adquieren una nueva dimensión y originan una dinámica de formas dentro del plano sostenido. El agua y el jabón se deslizan frente a la cámara por el parabrisas mientras los personajes aparecen y desaparecen, desenfocados en el horizonte. Es cierto lo que dice Roger Koza de que “hay una película dentro de la película” que apunta a esos encuentros con todo aquello que el ojo distraído pasa por alto a la hora de rodar, esos detalles que le otorgan a la historia un carácter fresco y aglutinante. Otro claro ejemplo es la secuencia donde dos de los varones intentan sacar una mesa por una puerta ventana que se les opone, y donde el plano no termina hasta que el mueble se halla en libertad, o incluso cuando Jerónimo se dispone a hacer un truco de magia con los naipes. El beso es algo que no requiere de explicación alguna; en la película no abundan y es justamente esta expectativa la que Jazmín decide traspolar y llevar hacia otro nivel, haciendo hincapié en lo atractivamente silenciosos que resultan los besos no dados y -a su vez- qué tan elocuentes pueden resultar a la hora de generar una comunicación extra a la verbal entre dos sujetos que se extrañan y se olvidan. Las miradas, los roces y las carcajadas desprevenidas adornan una historia de desamor que, en realidad, esconde un vínculo aún más potente. Dentro de Los besos hay un desahogo personal, una porción de Jazmín que decanta no sólo a través de su propio personaje sino en la relación de éste con quienes lo circundan, en una especie de retrato juvenil que transcurre entre guitarras, mesas de ping-pong y bastante agua. Una película que no fue hecha para dilucidar una incertidumbre sino para reforzarla, probando que las relaciones más verdaderas pueden ser aquellas que pensamos mejor enterradas. La producción de este proyecto autogestionado estuvo encabezada por Nicolás Duarte, mientras que el diseño sonoro estuvo a cargo de Juan Manuel Yeri Racig, el vestuario de Paloma Árbol y el maquillaje de Verónica Gómez Quiroga. El elenco se completa con Matías Pellegrini Sánchez, Agustín Balbi Gotusso, Eric Davies y Valentina Bracera Funes. Los besos se proyecta durante dos últimos días en el antes mencionado Cineclub Municipal de Córdoba a las 15.30hs. Entrada general: $40, Socios del Cineclub $4,00.