La búsqueda del ser, la influencia del ambiente y de quienes se vuelven nuestros maestros y role models. Tratar de sobrevivir a un mundo que nos es ajeno, cuando todo parece desordenado dentro nuestro, cuando recuerdos, deseos, sueños y realidad parecen mezclarse, engañarnos y jugarnos una mala pasada. Martha Marcy May Marlene (Sean Durkin, 2011) es el retrato de esta situación, una joven viviendo un torbellino psicológico de emociones, sentimientos y memorias, encerrada en un laberinto emocional en el que intenta saber quién es.
Martha (Elizabeth Olsen) realiza una reconstrucción de su pasado y una construcción de su presente a partir de las memorias de su tiempo viviendo en una granja con un grupo de personas y del intento de reinserción social desde su actual estadía en la casa de su hermana Lucy (Sarah Paulson). Martha Marcy May Marlene es, ante todo, un “cuento psicológico”. Mediante flashbacks, recuerdos, sueños, experiencia vívidas, Martha intenta establecer una construcción identitaria y un modelo de vida. Para esto, el film viaja permanentemente entre dos tiempos y espacios, que implican a la vez dos formas de ver el mundo. Por un lado, la granja donde antes vivía se muestra como un idilio en un primer momento: un grupo de gente aglomerada que todo lo comparte (incluso el sexo), donde las imposiciones del sistema no existen, el paisaje es más que bello. Pero de a poco el espectador va construyendo este espacio como una cárcel retorcida y despótica. Patrick (John Hawkes) es el patriarca que todo maneja en este lugar: viola a las recién llegadas, observa las orgías que se generan entre sus “súbditos”, les ofrece una falsa libertad que termina por torcer las mentes.
Por otro lado, el opuesto, su nueva vida en la casa burguesa de su hermana y el británico marido, Ted (Hugh Dancy), donde todo parece inmaculado y carente de vida. Allí Martha es considerada una chica en problemas por no encajar en las costumbres: se baña en el lago desnuda, interviene en las prácticas sexuales de la pareja, cuestiona su estilo de vida, etc. De esta forma vemos cómo de algún modo se efectúa una crítica a la forma de vida burguesa, a la desestabilización que producen en este paradigma los modos alternativos de vida. Dos polos opuestos que no pueden existir en armonía, por los cuales transita Martha despojada de equilibrio, intentando hacer una apreciación de los valores y prácticas de los dos espacios que se vuelven igual de destructivos. Desde el título del film podemos ver cómo la historia se encamina en una búsqueda de identidad: nuestra protagonista posee tres nombres distintos que la atan a diferentes partes de su vida. Martha es aquella chica inmaculada que alguna vez huyó de su casa y que hoy se presenta como una extraña ante su hermana, Marcy May es la marca de bautismo por parte de Patrick, su pertenencia a aquel excéntrico grupo aislado, es la imagen corrompida, Marlene es un personaje de defensa. Estéticamente el film es un verdadero deleite, los colores fríos, la fotografía, los paisajes imponentes, una musicalización interpelante; Elizabeth Olsen lleva prácticamente todo el film sobre sus espaldas de manera más que acertada, con un alto nivel emocional y psicológico.