Después de haber lanzado una campaña tan controversial como intrigante, y de haber creado expectativas gigantescas e incluso desatar debates y discusiones en la web, basadas en el poco material que había salido a la luz: fotos, una serie de sugestivos posters, trailers y morbosas declaraciones de Charlotte Gainsbourg, el niño malo, Lars Von Trier nos presenta su tan esperado film. Es claro que tanta anticipación y revuelo logra el cometido de Von Trier: que su próximo film esté en boca de todos y en la mira de admiradores y detractores. Por supuesto que esto ha causado la desilusión de muchos que esperaban ver la película más importante y rebelde del siglo XXI, sin entender la ironía de la provocación, y que esta ardua campaña de obsesión con el futuro film forma parte de la misma idea de la película e intenta envolver al espectador en el frenesí del cine XXX. También es necesario comprender y recordar que hace años, en la carrera del director danés viene ponderando la provocación y la idea de bucear en las zonas más oscuras y perversas del ser, mientras que su figura pública se ha ido construyendo como la del rebelde de Cannes, y el impúdico provocador del cine europeo; lo cual, obviamente, lo convierte en un realizador tan amado como despreciado. En esta entrega hablaremos del Volumen I de Nymphomaniac, que completa la trilogía de la depresión (Antichrist, Melancholia y Nymphomaniac), y se presenta entre otras cosas, como una confirmación del talento y el sex appeal de Charlotte, la actriz que podríamos decir fetiche de Lars Von Trier. Esta es la primera parte de la historia de Joe, una ninfómana que parece tener muchas ganas de contar su terrible y extenso relato. Al ser encontrada tirada y golpeada en un callejón por Seligman, Joe decide contarnos qué la condujo a ese momento; para eso se remonta a su niñez y va estableciendo una cierta cronología del pasado dentro de su permanente flashback.