La última película de un distinto absoluto, José Celestino Campusano, agita las aguas de sus temáticas típicas hasta producir un maremoto. El cambio fundamental, no es de estética, ni menos que menos, político. Se trata de un tema en uno de los tópicos claves de su obra: la clase social retratada, el territorio explorado y los modos de ser de sus personajes. De Quilmes a Belgrano y Puerto Madero, de la áspera geografía del segundo y tercer cordón del conurbano al corazón de la clase media alta argentina, Placer y Martirio refiere la historia de una cuarentona arjonense en crisis matrimonial que se obsesiona desesperadamente con un hombre árabe, Kamil, volviéndose cada vez más dependiente de sus esporádicos encuentros amorosos. Este manejará la relación a su antojo, y ella entrará en un proceso de disolución de su vida familiar, profesional y personal, en una suerte de amour fou sin romanticismos ni grandes entregas. Una vez más, ver el cine de Campusano no nos deja salir indemnes. Sorprende, sacude, divierte, nos deja perplejos también, en un tono que sabe hacer toques de comedia pero que, fundamentalmente, logra presentar un modo de ser de cierta burguesía porteña, pseudo cheta, consumista, alzada y rivotrilera, con mujeres que piensan que los hombres exitosos son aquellos de gran potencia, y eso depende sobre todo del dinero y del modo de tratarlas.