¿Cuál es la Realidad (así en mayúsculas) a la que alude al título? ¿A lo que sucede en la pantalla de TV? ¿A Nápoles y su mundo de marginados? ¿A lo que Luciano piensa que le sucede? Aquí hay mucho de Italia, hay mucho de Ladri di Biciclette pero también hay mucho de Fellini y La Dolce Vita. Hay un mundo grandilocuente, exagerado, gritón, que está mirado con ojos neorrealistas. Reality (2012, Matteo Garrone) cuenta la historia de un padre de familia que trabaja en una pescadería que le queda chica. En un casamiento, disfrazado de drag queen, conoce a Enzo, el flamante ganador de un reality show, que con su discurso alienta a seguir su sueño. Never give up. Y así es como el propio Luciano hace el casting para entrar al Grande Fratello. Hasta aquí esto podría ser un gran comienzo de una comedia, pero luego las cosas se ponen más difíciles. Pareciera ser que esta película felizmente escapa a los lugares comunes, a los descansos mentales del espectador. Es decir, en varios momentos la historia podría haber dado giros campanellísticos, con música de violines, pero se contiene y sigue su curso: cuando Luciano empieza a ir a la iglesia acompañado de su esposa y su amigo, esto podría haberse convertido en un drama sobre como los hombres buscan instituciones que lo amarren (la televisión o la religión). Pero se toma un desvío y esa interpretación puede hacerse, sin que sea la única que pueda cerrarse sobre la totalidad de la película. Otro ejemplo pequeño: en la familia del protagonista hay muchas mujeres gordas típicas del cine de –por ejemplo- Fellini. Podrían haberse hecho muchos gags a partir de esos personajes, mejor o peor logrados, para resaltar un aspecto de italianidad que haga de ésta una película for export. Garrone puede captar algo de lo real en este pueblo de Nápoles. No hay un juicio consciente en lo que se muestra, no hay acentos u omisiones que hagan de éste un relato artificial. Es más, cuando esta película se acerca más a los géneros es cuando más riesgos tiene de fallar. Enzo y su entrada fabulosa desde el cielo en ese boliche en un tono casi paródico o las peleas de Luciano y su esposa acercándose al drama. Esto pasa porque en la vida real no hay géneros que valgan, géneros puros con sus convenciones. Parecería que lo que estoy diciendo es una obviedad, pero hace bien recordarlo cada tanto. Así le podemos exigir al cine que se arriesgue a mirar la realidad sinceramente y no desde su filtro de algún género en particular.