Una de las películas más icónicas de los 2000 cumple 20 años este mes: Requiem For A Dream, uno de los films más sobresalientes de la carrera de Darren Aronofsky. El segundo largometraje del director, luego de la traumática Pi, caló en la cultura popular joven tanto desde su acelerada y pegajosa narración como desde su provocación.
Las situaciones que atraviesan cuatro personajes envueltos en diversas adicciones crean esta historia basada en el novela de Hubert Selby Jr., que nos va llevando en un in crecsendo a un caos cada vez más decadente y extremo. Como si se tratara de una obra de Beckett, los personajes que transitan la película van perdiendo humanidad a cada paso y alejándose cada vez más de la “realidad”, al compás de las dramáticas partituras creadas por Clint Mansell, el encargado de componer un soundtrack que sobrepasó la fama del film para convertirse en un hit por sí mismo.
La narración de Requiem for a Dream tiene un costado bastante moralista con respecto a las drogas, mostrando un comienzo sostenible que nos va llevando a lugares horrorosos de las vidas de los personajes, al tiempo que se desintegran por completo, como consecuencia del uso de drogas. Al mismo tiempo plantea una visión de las adicciones no solo vinculada a las “drogas duras” sino también a los psicofármacos y la televisión.
No solo la famosa escena de la amputación del brazo del protagonista (Jared Leto), sino también el radical cambio físico de Sara Goldfrab (Ellen Burstyn), dejan al descubierto la transformación y degradación de los personajes sobre todo en su cuerpo. Hay que decir también que Aronofsky se las ingenia de maravilla para transmitir el infierno mental de sus personajes, en gran parte sostenido por las grandes actuaciones que acompañan este descenso a una versión en la que solo quedan los restos de las personas que alguna vez fueron.
A nivel cinematográfico, el film llamó mucho la atención desde su propuesta de montaje, frenética y violenta, sobre todo para retratar los actos de consumo: como una rutina que implica pasos en los que se prepara la droga y el efecto inmediato en el cuerpo, recurso utilizado también en Pi.
Requiem for a Dream llegó al público joven desde un Hollywood que venía mostrando a una generación devastada, desolada y refugiada en las drogas. La misma temática se vio en la británica Trainspotting (1996) y Fear and Loathing en Las Vegas (1998), películas que sitúan a sus personajes por fuera de cualquier normalidad e imposibilitados de vivir en el mundo “normal”. Contrariamente a las películas mencionadas, Requiem tiene un tinte mucho más trágico, sin lugar para la comicidad ni el efecto “cool”. Todo es sufrimiento y cada vez habrá más.
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