Rocketman, dirigida por Dexter Fletcher, se construye como una evocación. Esta biopic sobre la vida de Elton John, nos cuenta su vida desde su niñez hasta la mitad de su carrera. Y acierta en los recursos que pone en juego a la hora de narrar el nacimiento y el ascenso de este virtuoso del piano.
Perteneciente a una generación que vivió el nacimiento del rock and roll, Elton John es admirado por Charly García por ser uno de los primeros rockeros en llevar un piano acústico a los grandes escenarios. Contemporáneo de Joni Mitchell, Carly Simon y tantos otros grupos más de Estados Unidos e Inglaterra, y conectado siempre a su propio tiempo (basta ver en YouTube su presentación, no hace tanto, junto a Lady Gaga), la figura de Elton John convoca a su lado a las grandes estrellas de la música popular del siglo XX. Y como tal, al relato de su vida no le faltan excesos, desastres, éxitos y fracasos que van de la mano de la fama y del dinero en cantidades millonarias. El mismo Elton John, productor ejecutivo del film, lo presentó con una actuación en el último festival de Cannes, y advirtió que no se trataría de una mirada condescendiente y lavada de su vida. Sin dejar de ser celebratoria, la película se destaca no tanto por lo que se cuenta, sino por cómo lo cuenta.
Bajo la forma del musical, un total de 20 canciones irrumpen en cada momento de transición. Con coreografías que elevan las escenas al plano de la fantasía, bailes y piruetas delirantes, personas que se elevan del suelo o danzan bajo del agua, se construyen las elipsis poéticas que impulsan hacia delante el tiempo de la historia.
La primera escena es un presagio de lo que podemos esperar. Elton Hércules John, vestido de diablo, atraviesa una puerta y camina en cámara lenta a contraluz por un pasillo. Suponemos que es la antesala a un escenario. Que las multitudes esperan a los gritos detrás de la siguiente puerta. Pero no es así, y nos llevamos la primera de muchas sorpresas. El destino inmediato del personaje no tiene tanto glamour. Sentado en una silla ante un grupo de autoayuda para adictos, nuestro diablo comenzará a contar su historia, y de esta manera su propia voz le dará forma al relato, que va y viene en el tiempo, anclado en un momento crítico de su existencia.
Sin apelar a golpes bajos, y con una síntesis narrativa siempre resuelta a favor de los personajes y de la diversión para quien mira, la película logra emocionar y divertir por partes iguales. Colores, formas, diferentes mundos y épocas, el día, la noche, el sexo y el rock and roll, acompañan la intimidad conflictiva de un artista que se gestó a fuerza de su propio genio, teniendo que lidiar en su intimidad con la carencia de amor y una familia que siempre lo desprestigia.
Para el final y ya sobre los créditos, una coda inesperada: dos fotografías que muestran el desborde y la expresión de Elton John, en su forma más genuina.