La pareja conformada por Valerie Faris y Jonathan Dayton se hizo famosa en los 90’s haciendo video clips para algunas bandas, tales como Smashing Pumpkins. Recuerdo perfectamente la idea de “Tonight tonight” o la de “1979” y hasta hoy, asocio esas canciones a los personajes e historias narradas en esos breves minutos. El efecto retención resultó. En 2006 sorprendieron a muchos en la industria con su ópera prima, “Little Miss Sunshine”, vendida con la chapa de “cine independiente”, aunque su cartel de actores estuviese encabezado por Greg Kinnear y Steve Carrell. Lograron el objetivo nuevamente: la película se vendió a una gran distribuidora una vez que fue estrenada en Sundance, obteniendo varios premios, entre ellos 4 nominaciones al Oscar, con una recaudación de 100 millones de dólares. Doble mérito. Hasta ahí tenemos la historia muchas veces contada del “Self Made Man” americano, aunque en lógica plural. Obviamente, las miradas estarían puestas en el segundo largometraje, siempre el más difícil para cualquier artista con un hit inicial.
Es curioso que justamente sea esa la premisa con que comienza la narración de Ruby Sparks, la de un escritor joven, que tuvo un gran éxito en su primera novela y que se encuentra con un bloqueo creativo en su segunda apuesta, con el peso de no defraudar a todo el mundo, que ve en él a una suerte de niño prodigio. En uno de sus sueños, el solitario Calvin (Paul Dano) ve a una joven que encarna aquello que le ha resultado esquivo hasta ese instante: el amor de pareja. Luego de una ruptura dolorosa, los esfuerzos de su hermano por concretarle citas han caído en saco roto y el camino del novel escritor es el psiquiatra y el encierro junto a su perro. Evadirse plasmando en el papel a esa joven ficticia, es finalmente, la mejor manera de darle algo de alegría a esos oscuros momentos frente a la máquina de escribir (un instrumento algo forzado en la narración). Lo que hasta ese minuto parece una historia cuasi cliché, sobre los éxitos y fracasos asociados a la fama, se transforma en un torbellino de sinsentidos cuando aquella mujer de sus sueños, se materializa. Sin mayor explicación, su protagonista toma vida y aparece en su apartamento como si nada. Como su novia. La perfecta novia, la que no existe, la más pura, el amor platónico.
Para Calvin, su creación se transforma rápidamente en una adicción que moldea a su antojo. Es la crítica indirecta al que de sopetón ve el éxito aparecer tras su puerta, que aburrido por la adulación del resto, opta por manipular voluntades. Las hojas se abren a la realidad, y él tiene el volante. Ni la mejor droga podría superarlo. Si has seguido en algo el cine de los últimos 10 años (por acotar el espacio temporal), asociarás mecánicamente una serie de films que abordan los juegos entre realidad y ficción, de manera muy parecida, tales como “Stranger than fiction” o “Eternal Sunshine of the Spotless Mind”. Especialmente de esta última, es de quien bebe de manera más evidente, digiriendo la mixtura entre lo ficticio y lo real como algo natural, dentro de un mundo desquiciado. La diferencia, es que estas películas optan generalmente por el drama o la comedia.
Faris y Dayton tratan de equilibrar ambos géneros, algo difícil de por sí. Es ahí donde radica la flaqueza de un guión que firma la misma co-protagonista Zoe Kazan (nieta del director Elia Kazan). Sacando los parches cómicos innecesarios, la película se presenta como fresca y necesaria, en un ambiente fílmico plagado de guiones extraídos de video juegos y comics. No podemos hablar a estas alturas de originalidad, pero sí de ambición y entrega, algo que siempre se agradece. Estamos hablando no de una joya, pero sí de lo que antes se llamaba “una pequeña gran película”, una historia delirante, entretenida, con personajes muy bien caracterizados, que destila inteligencia. En un mundo cinematográfico en que nos estamos acostumbrando a ver zombies que corren como Usain Bolt, vampiros vegetarianos enamorados o Presidentes de Estados Unidos defendiendo a la tierra de extraterrestres, la idea del amor perfecto que nace del absurdo, parece de lo mas cuerdo y coherente que he visto en mucho tiempo.