El éxito, la popularidad, llenar estadios y movilizar a la gente con nuestras canciones/películas/etc. es algo que todos buscamos, pero que generalmente se nos presenta lejano, inalcanzable. No porque no estemos dispuestos a hacer todo lo posible para llegar, sino porque casi nadie tiene lo que se necesita. Talento le dicen a esa habilidad de interpretar los deseos de otras personas, de una gran cantidad de personas, y hacerse voz de ellas. Quod natura non dat, Salmantica non prestat. No es nuestra culpa, todos quisiéramos ser artistas. El problema radica en: ¿la valoración de la obra está sujeta solamente a la recepción del público? Creo que todos estos interrogantes, y más, son los que siempre estuvieron presentes en la vida de Sixto Rodríguez, protagonista de Searching for Sugar Man (Malik Bendjelloul, 2012). Este documental, narrado por periodistas sudafricanos, entrelaza historias aparentemente inconexas entre sí. De un lado del Atlántico, un obrero de la construcción que tuvo una fugaz carrera como músico folk, dejando dos discos testigos de esa experiencia; y del otro, un país casi aislado del mundo, en medio de conflictos raciales internos. El azar, para algunos, el destino, para otros, hizo que un disco de Rodriguez (a secas) llegase a Sudáfrica y que, de mano en mano, fuera copiado y ganando popularidad hasta meterse en el soundtrack de la resistencia contra el apartheid. Creyendo que era de las grandes ligas, emparejándolo con Dylan o los Rolling Stones, estos periodistas cuentan que no podían encontrar referencia alguna del cantante: la única noticia que tenían de él era que se había suicidado arriba del escenario (la duda era el cómo: si se había prendido fuego o si se había pegado un tiro).
La verdad es que condiciones no le faltaban: dueño de una voz que nada tenía que envidiarle a los cantantes de folk o blues de su época y unas instrumentaciones delicadas, muy sutiles. ¿Por qué en Estados Unidos no tuvo el éxito que mereció? Los productores se preguntan lo mismo, y saben que en realidad no van a poder responderse, porque el mercado musical no tiene explicación. Algunos productos de menor calidad se transforman instantáneamente en clásicos y nadie sabe muy bien la razón. Aún así, sin haberlo soñado, en otra idiosincracia sus canciones se transformaron en himnos que dos generaciones de africanos cantaron, imaginando un país mejor. A simple vista es un documental clásico: entrevistas, voz en off y material de archivo. Narrada por uno de los periodistas africanos, su punto de vista es valioso para el ritmo de la película. El gran acierto del film es la dosificación de información, ya que no se recrea cronológicamente la vida de Rodriguez, si no que seguimos los descubrimientos de quienes relatan, lo cual hace la narración menos didáctica y más, por decirlo de alguna manera, emocional. (Resulta imposible encontrarse hoy un documental despersonalizado y con pretensiones de objetividad, las historias no se presentan de manera lineal y objetiva: hay otros métodos muchos más interesantes, pregúntenle a Werner Herzog). Seguimos la película no como un documental, sino como una ficción: en realidad su diferencia radica en los procedimientos, y no tanto en las estructuras. Al final, lo que tenemos es una gran historia que no puede pasar desapercibida y, al menos a los de los Oscars no se les escapó, y que se llevó el premio al Mejor Documental 2012. La vida de Sixto Rodriguez, que nos hace replantear conceptos tan ambiguos como el éxito y el fracaso, tiene un final que si lo viéramos en una película de ficción lo descalificaríamos inverosímil.
Searching for Sugar Man
2012 – Malik Bendjelloul