Muchas veces suelo escuchar gente que, luego de ver una película con escenas de sexo, violencia, consumo de drogas presentados muy explícitamente se refieren a ella como: “muy fuerte” o califican la elección del director como “demasiado”. Parece ser que mucha sinceridad incomoda. La verdad es que, como todos sabemos, existen diferentes formas de presentar lo que alguien tiene para decir.
Y esa forma será correspondiente con lo que se quiere comunicar, con lo que se intenta causar en el espectador; un intento de recrear la forma en la que el realizador concibe su idea. Shortbus (John Cameron Mitchell, 2006) es ese tipo de película que espantaría a más de uno. De hecho, al terminar de verla me pregunté qué hubieran hecho varios de amigos fácilmente impresionables. Probablemente se hubieran ido. Y es que Shortbus pone en evidencia desde su primera escena lo más sincero de la sexualidad humana, las inseguridades, los deseos, las fantasías y sobre todo nos ofrece una mirada muy interesante sobre la idea de descubrirse a uno mismo a través de la sexualidad. Y cuando hablo de sexualidad no hablo sólo de sexo ni de la dicotomía entre hetero u homosexual. El film cuenta la historia de James (Paul Dawson) y de Sofia (Sook-Yin Lee), ambos en un momento de su vida en el que no pueden encontrarse a sí mismos: ella no ha llegado nunca a alcanzar un orgasmo y él en un situación de depresión permanente y vacío sexual y emocional. Cada uno buscará formas de descubrimiento, pero el film lo planteará a través de la sexualidad. Y una de esas formas será asistir al club “Shortbus”. Resulta muy interesante ver cómo, dentro de la idea del film, la sexualidad atraviesa todos y cada uno de los espacios de nuestra vida. Y, en relación a esto, vemos cómo todos los tabúes, los preconceptos y los miedos sociales y culturales vienen a poner trabas y límites. Shortbus es un club donde el sexo simplemente fluye, con su anfitrión sumamente ambiguo que ofrece y asegura la plenitud. Y realmente se hace una presentación solemne del club en cuestión: en cada habitación suceden cosas diferentes y el huésped elige donde más cómodo se sienta. Y en estas presentaciones se cuelan, inevitablemente los conceptos sesentosos de libertad sexual, paz y donde todo vale. En relación a esto, hay en la película una escena realmente bella: cientos de hombre y mujeres, de distintas edades, tatuados, gordos, flacos, haciendo el amor en una misma habitación. Y digo realmente bella por el hecho de presentar el sexo en todas sus formas, como expresión de distintas cosas y para todo el mundo, librándolo de todo tipo de tabú. No puedo dejar de destacar la impecable elección de musicalización. Canciones jóvenes, frescas y con un dejo de erotismo. Así como también las actuaciones tan sinceras. Y este sentido hay un dato curioso: los personajes y el mismo film se fueron construyendo entre los creadores y los actores; todos aportando sus vivencias y sus puntos de vista de las situaciones. Incluso algunos de ellos conservan sus nombres reales para el personaje que interpretan. Shortbus es una visión original y optimista de la sexualidad humana, que muestra cómo es imposible pensar al ser humano en partes separadas: no podemos escindirnos de ningún componente para construirnos a nosotros mismos. Somos todo y todo nos constituye. Y volviendo a nuestro planteo primero puedo decir que Cameron Mitchell no fue demasiado lejos con su elección; es la forma exacta en la que esta historia debía presentarse, con la sexualidad a flor de piel.