Verbo, de Eduardo Chapero-Jackson también tiene cierto aire ciberpunk influenciado por la saga Matrix, narra una historia de desafección social y refleja en clave de verso los problemas existenciales que los adolescentes españoles sufren ante un futuro que, como siempre ha ocurrido, se les presenta vacío y sin esperanza. Onírica por momentos, nos hallamos antes una película de difícil clasificación, pero que no llega a ofrecer elementos que nos hagan pensar que estamos ante una gran obra más allá de ciertas reflexiones atemporales que no aportan respuestas. No obstante, es una película que merece la pena en su segundo visionado, aunque se resista a un tercero. Si The Victim era una cinta poco interesante que tuvo que proyectarse de madrugada, es difícil comprender como una joya a la altura de Love, de William Eubank pudo ser exhibida después de tres cortos de media hora, rondando las 3 de la madrugada. Aquellos que pudieron con el sueño, fueron testigos de lo que debería ser una película de culto con todas las de la ley. Love nos narra las desventuras de un astronauta aislado en la ISS que pierde contacto con La Tierra, en lo que se supone es un cataclismo global (de nuevo, el recurrente tema del fin de mundo). El protagonista encontrará un diario de la Guerra de Secesión estadounidense donde se narran los hechos acaecidos en un contacto con una inteligencia extraterrestre que se proyecta a nuestro presente. Muchísimo existencialismo, una fuerza visual fuera de lo común, una interpretación soberbia y una banda sonora impactante, hicieron de esta película uno de los grandes descubrimientos del festival para IndieHoy.
Aquellos que hayan seguido la filmografía de Takashi Miike, lo identificarán rápidamente con las violentísimas y controvertidas Ichi the Killer y Audition, o con 13 Assasins, que ya fuera presentada en el Sitges 2010. Repetía el director experiencia con Hara-Kiri:Death of a Samurai, con una bella factura sonora a cargo de Ryuichi Sakamoto, pero sorprendía al auditorio al mostrar un drama medieval donde se dan cita el honor, la familia y el bushido para contar la historia de supervivencia de una familia de la casta samurai empobrecida por los tiempos de paz. Tan sólo una escena de combate, con todos los ingredientes sello del cine samurai japonés, ofrecen acción a este emotivo metraje.
Sin salir de la sala se proyectó a continuación otra agradable sorpresa del cine independiente, en esta ocasión estadounidense. Bellflower, de Evan Glodell. Ciento cinco minutos de drama urbano con numerosas referencias a modo de homenaje a la saga de Mad Max de George Miller en el que dos abanderados de la generación del desconcierto, como se da en llamar a las personas que actualmente cuentan entre veinte y veinticinco años, deciden matar su tiempo creando un coche a semejanza del V8 de la serie australiana. Entre medias, los problemas cotidianos, asuntos amorosos, recursos económicos escasos, y ansias de libertad. Una película visualmente muy potente que ofrece grandes momentos con alusiones a las Road Movies tradicionales americanas, al cine rebelde, y grabada con cámaras amateur que dotan a la fotografía de un entrañable aspecto rugoso. Como consecuencia, esta película recibió el galardón de mejor película del jurado joven.
Con estética Naif se presentaba Bluebeard de la francesa Catherine Breillat, el cuento francés de Charles Perrault basado en la leyenda histórica de Gilles de Rais. Factura lenta, bajo presupuesto, y pobres actuaciones para una película que pasó sin pena ni gloria por el festival, pero que inauguraba el visionado de películas basadas en cuentos infantiles, subgénero del que pudimos ver también La Belle Endormie, de la misma directora y que era exhibida en tandem. Y es que el cine francés exhibió varias películas con esta temática, como por ejemplo “Le Petit Pucet”, un cruel cuento de Pulgarcito con una soberbia interpretación de Denis Lavant, un grandísimo actor al que pudimos ver en Largo Domingo de Noviazgo pero que apenas se ha internacionalizado.
Meat, de la pareja de impronunciable nombre Victor Njeuwenhuijs y Maartje Seyferth, nos ofrece un relato cargado de sexo, violencia y carne con asesinato de por medio e investigación policial. Una película de difícil digestión que invita a segundas lecturas pero a la que quizás le falte un poco de ritmo para poder consagrarse. La noruega Dark Souls, de César Ducasse y Mathieu Peteul nos ofrecían una nueva visión del cine de zombis, con mensaje ecológico incluido y con referencias a las series B ochenteras. Con un argumento nada complejo, la película cumple su papel de ofrecer terror barato y de fácil consumo, con secuencia apocalíptica final incluida.
Y de madrugada, y van dos, llegó otra gran sorpresa. Seconds Apart, la película del colombiano Antonio Negret. Terror en estado puro con unos desasosegantes gemelos con poderes paranormales que no usan precisamente para ayudar al prójimo, y que se encuentran inmersos en un nunca esclarecido “proyecto”. En el camino de uno de los gemelos se cruzará el amor, y surgirán las dudas. Un final donde nada es lo que parece culmina la, a nuestro juicio, mejor cinta de terror que ofreció el festival en términos de cine alternativo. Muy recomendable, sobre todo por las incómodas imágenes de los gemelos realizando al compás actividades contidianas tan poco aterradoras como lavarse los dientes.
Buena película llegada del cono sur la brasileña Trabalhar Cansa, del dúo Juliana Rojas y Marco Dutra. Otro drama urbano con una maldición de fondo que persigue a una familia en el duro devenir de la crisis global. Una historia cotidiana con algunos elementos sobrenaturales que mereció el galardón de director revelación por parte de la crítica ex aequo con “El Páramo” de Jaime Osorio, que por su parte nos presentó una película del subgénero del horror bélico, que da la impresión de haberse agotado tras Outpost (2008) y Deadwatch (2002). En esta ocasión, el enemigo será el descenso a la locura por parte de unos comandos colombianos al toparse con una santera local durante una misión de combate en una película correcta en su ejecución, pero con un argumento que se antoja pobre y unas interpretaciones poco acertadas.
Como bélica podríamos calificar la indonesia The Raid de Gareth Huw Evans. La mejor película de acción que pudimos ver en el festival y que tiene un argumento relativamente simple, pero efectivo. Un grupo de policías de élite indonesios tiene la orden de ocupar militarmente una torre de viviendas ocupada por la mafia que ampara así a toda clase de calaña social. Golpes, disparos y muertes inverosímiles por doquier que destilaron el Sitges añejo y que levantó a los asistentes al evento de sus asientos.
Sitges 2011 se caracterizó sobre todo por la recurrencia en tres temas; reinterpretación de cuentos infantiles, fin del mundo y estética años ochenta. En esta última temática se puede encontrar Beyond The Black Rainbow del griego Panos Cosmatos. Una película enórmemente visual, muy geométrica que explora los límites de la experimentación humana, en este caso mediante la manipulación de la psique. Una fantástica cinta con momentos memorables, y que tal vez adolece de un poco más de ritmo que marque el transcurrir de la película.
Cerramos esta revisión al cine no de sala que nos apareció en Sitges 2011 con Exit Humanity, la mejor película de zombies de los últimos tiempos. Creada con pocos medios, pero muy eficiente, articulada entorno a episodios conectados entre sí, pero con sus propias tramas bien desarrolladas y que presenta como novedad el hecho de estar basada en los meses posteriores al fin de la Guerra de Secesión Estadounidense. Teníamos películas de zombis ambientadas en el lejano oeste, pero faltaba una que además ofreciera una fuerte carga emotiva, cosa poco habitual en el cine de género.
En IndieHoy iremos haciendo reseñas más extensas sobre las películas que hemos visto en Sitges que más nos hayan llamado la atención. Prepárense porque en las próximas semanas haremos un viaje profundo hacia el cine de género.