Llega lo nuevo de Tim Burton y somos muchos los ansiosos desde hace meses. El cartel nos anuncia un pálido y vampírico Johnny Depp, acompañado de un puñado de estrellas: la siempre presente y excéntrica Helena Bonham Carter (esposa del realizador), una Michelle Pfeiffer entrada en años pero siempre bella, Chloë Grace Moretz, la niña que ya viene deslumbrando con “Kick Ass” y “Let me in” en un papel mucho más osado y cómico y la bellísima Eva Green. Con este genial reparto, sumando la particular estética de Burton, un tráiler muy prometedor y la temática vampiresca, tenemos un film sumamente atractivo. Barnabas Collins (Johnny Depp), miembro de una familia aristocrática inglesa, es maldecido por una bruja que está enamorada de él (Eva Green) en 1760, convertido en vampiro y encerrado en un sarcófago. En 1970, Barnabas despierta y sale desconcertado a la nueva época y se encontrará con que su ancestral familia ha decaído en un par de curiosos personajes que se encuentran en la ruina. Principalmente, Sombras Tenebrosas (Dark Shadows, Tim Burton, 2012) es una maravillosa experiencia estética. Si bien la historia es atractiva (está basada en una serie televisiva homónima) y es la primera vez que el gótico Burton incursiona con vampiros, el trabajo estético del film es un verdadero deleite. El vestuario, maquillaje, decorados, música, etc. llegan a un nivel de sofisticación que probablemente sean los mejores en la carrera de Burton. El choque de nuestro pálido vampiro ingresando en una de las décadas más fascinante del siglo XX (los ‘70s) es simplemente magnífico. No sólo por lo estético sino también por lo cómico. Depp hace uso de sus típicos ademanes histriónicos y barrocos para encontrarse en el desconcierto más grande. Y en este sentido, pueblan la pantalla los íconos de época: botas caña alta, mujeres con grandes peinados, Chevys, bolas de disco, Barry White, Jimmy Hendrix, e incluso la aparición del mismísimo Alice Cooper. Sí podemos decir que de a poco la estética burtoniana ha ido mutando desde la profunda oscuridad hacia algo un poco más desopilante y colorido aunque siempre excéntrico.