Mirar. Revelar la mirada. Quitar el velo. Las películas sobre arte, sobre artistas, las biografías, tienen que restituir la esencia, el aura del artista, del retratado, ir más allá de la propia historia, de la biografía, de lo anecdótico. Eso hace justamente la última película de Tom Hooper (El discurso del rey, Los miserables), que no solo habla de arte y artistas, sino de identidad. Por eso La chica danesa es uno de los filmes más esperados del último año. Por eso, y porque Eddie Redmayne (el ganador al Oscar como mejor actor en 2015 por La teoría del todo) se encarga de protagonizar a Lili Elbe, la primera persona en someterse a una operación de reasignación genital.
The Danish Girl empieza recuperando la mirada de Lili cuando era conocida en el ambiente artístico como Einar Wegener, el nombre que sus padres le habían dado al nacer. Einar estaba casado con Gerda, una artista no de paisajes, como su esposo, sino de modelos. La historia conocida cuenta que una vez, cuando la modelo de Gerda no pudo asistir a la sesión, ella le pidió a su esposo que se vista con las prendas de la modelo para poder seguir con la obra. Einar se convirtió así en modelo de Gerda, los paisajes de su infancia se fueron desvaneciendo y, finalmente, comenzó a recuperar su identidad. Quizás por eso dice en un momento revelador de la película, cuando la primera parte de la reasignación genital se había llevado a cabo con éxito: “En lo que has dibujado me he convertido”. No es una definición de su identidad, es apenas el descubrimiento. Los pensamientos más sólidos sobre la identidad de Lili son construidos por Gerda, que reconoce haber estado siempre casada con Lili, y que le reclama más adelante que vuelva a pintar. Lili le dice que quiere ser una mujer, no un pintor, y ella le señala que las personas pueden hacer ambas cosas, que no sólo se es mujer que, en todo caso, se puede seguir amando, y luchando y seguir pintando, desde otra perspectiva, una permitida, quizás.
Y la construcción no se detiene allí, porque la película parece pasar enteramente por el lienzo de Gerda. Si bien hay detalles de la intimidad de Lili, el ojo parece estar puesto en la esposa que descubrió el gesto y acompañó a su pareja. Tal vez por eso es que los espejos y los velos se repiten a lo largo del film, como para indicar que la imagen principal de la historia nace de las pinturas de la artista, desentraña en las posturas de Lili su verdadero ser y sus memorias no son sólo palabras en un diario, sino también y sobre todo ese trazo que se recupera en el reflejo, que se escucha mientras ella duerme, que la acompaña hasta el último momento.
Un pensamiento de Lili recorre el film con la potencia de la verdad develada: “Me siento mucho mejor cuando escucho tu lápiz. Me has dibujado mejor de lo que era. En lo que has dibujado me he convertido. Me hiciste hermosa. Ahora me haces más fuerte”. Tal vez Eddie Redmayne exagere la postura, parezca impostando un gesto en cada toma, como si los cortes no lo favoreciesen, pero vale la mirada de Gerda, vale el detalle, y vale la lucha desde el arte a través del arte, descubriendo el velo que nubla y separa, pero también une y desenmascara lo más profundo de nosotros mismos.