Empezamos con la primera entrega del especial “Íconos”, en el que presentaremos películas que han trabajado la obra o la vida de grandes íconos de la música alternativa. La película inspirada en la obra maestra homónima de la banda Pink Floyd y dirigida por Alan Parker representa un hito en la tradición de la estrecha relación moderna entre cine y música. El disco doble The Wall representó una obra ideológica y conceptual que siguió inspirando a muchos cineastas y músicos hasta la actualidad y que Pink Floyd ya lo había manifestado en Dark Side of the Moon, donde las canciones están unidas por un sentido y significan en torno a un concepto mayor. La película cuenta la historia de una estrella de rock atormentando por su historia familiar y atravesado por muchas de las temáticas más complejas e importantes del siglo XX: la educación, la guerra, la soledad, los sistemas de control de masas, la banalidad de la vida. Como reza la famosísima canción “Another brick in the wall”, el hombre es sólo otro ladrillo de en esa pared, el sistema que oprime y da la forma que quiere al humano, lo ubica como quiere, lo silencia, lo adoctrina. El hombre está aplastado, solo, angustiado dentro de esta lógica del muro, sino recordemos la desesperante escena en que Pink se encuentra frente a un muro infranqueable, altísimo y él está solo y sin salida; escena típicamente existencialista. La vida de Pink (el protagonista) conforma la historia base a partir de la cual se generarán y expondrán todas las denuncias que incluye el disco. Así, por medio de flashbacks vamos conociendo la solitaria infancia de Pink, signada por la guerra y la falta de su padre. Y luego todos los síntomas manifestados en su adultez, deviniendo en extrema alienación, pérdida del placer, de motivación, etc. La película no sólo es interesante y rica por su temática sino también por las técnicas que utiliza. Es un complejo interdisciplinario de arte: el lenguaje cinematográfico le cede un espacio enorme al lenguaje musical, conjugándose también con la animación. Esto le agrega una buena cuota de psicodelia y genera una experiencia sensorial directa, compleja, que deja al espectador envuelto por la música estridente, las letras jugadas y las animaciones perturbadoras. Nos encontramos con un film con escaso diálogo, donde todo el contenido se condensa en las letras, en la música y en las imágenes. Esto implica un film muy simbólico permanentemente: difícil resulta olvidar la bellísima escena de animación que incluye las dos flores en una especie de relación sexual y luego de matanza. Los hits “Comfortably numb” y “Another brick in the wall” conforman momentos clave en la película donde las significaciones y simbología se llevan al extremo. Con este colectivo artístico, Alan Parker y Roger Waters logran un efecto devastador, reflexivo y shockeante en el espectador, un efecto de conciencia acerca de la alienación. The Wall es una experiencia de la que no se sale indemne, tenemos frente a nuestros ojos, de manera cruda y bella al sistema que nos aplasta día a día, al espacio de hormiga que ocupa el hombre en medio del tormento y a la vez la demostración de que el arte tiene el poder de despertar las mentes, de desalienar. Definitivamente, el cometido se logra y luego de esta gran experiencia estética (que no se puede ver sólo una vez) nuestra cabeza da un giro.