Una nueva película argentina con la cara de Ricardo Darín en el poster. ¿Qué no hay otros buenos actores en nuestro país? Tenemos que admitir, los argentinos, que un poquito de bronca hemos desarrollado hacia el rostro que aparece en una buena cantidad de los films de nuestra industria. En fin, siempre me canso de ver películas donde el afamado actor actúa de sí mismo: el típico “langa” porteño, pero esta vez me llevé una sorpresa. En Un cuento chino (Sebastián Borenztein, 2011), Darín se puso en los zapatos de un hombre más maduro y en un personaje profundo.
La película tiene como excusa un hecho real: en China una vaca cae del cielo y mata a una joven mientras su novio le estaba por proponer matrimonio. Del otro lado del mundo, en Argentina, Roberto (Ricardo Darín) vive una vida monótona, rutinaria y sin muchas complicaciones; es dueño de una ferretería bastante anticuada y es lo suficientemente malhumorado como para estar bastante solo. Azarosamente, Roberto ayuda a Jun (Ignacio Huang), un chino que está perdido en Buenos Aires, y que terminará viviendo con él sin entenderse mutuamente ni una sola palabra. Tendrán que convivir dos seres opuestos, con culturas y costumbres también opuestas mientras la compañía se presenta particularmente tediosa y tortuosa para Roberto.
Creo que uno de los puntos más interesante del film es el excelente tratamiento del personaje de Roberto. Básicamente su carácter es el sustento de la historia. Es decir, es pintándolo como solitario, gruñón y rutinario hasta la médula, que la figura del intruso viene a ser una gran complicación, una ruptura tan enorme que lo obligará a cuestionar y remover ciertos aspectos de su vida. Además, durante toda la película se hace hincapié en la relación que mantiene Roberto con los otros y con el mundo; Mari (Muriel Santa Ana), quien está enamorada de él, viene a ser fundamental en este punto, ya que es ella quien remarca explícitamente el especial carácter de Roberto. Otro aspecto que muestra estas relaciones es la extraña colección que lleva nuestro personaje: colecciona en un cuaderno, prolijamente pegadas, noticias de diarios insólitas. Es allí donde reside su diversión diaria, su escape imaginario hacia esos acontecimientos que escapan de lo común. Pero la relación construida con Jun no será un simple acto de solidaridad; sino que constituirá la llegada de la compañía y lo peor de todo, la alteración del orden.
Este orden, este sistema que Roberto mantiene de una forma casi religiosa entra en peligro con la intromisión de otro. Y aunque aquel se manifieste perturbado, podría pensarse cómo, adrede llega a pedir la presencia de alguien que desbarajuste un poco la monotonía. Dejar por un momento aquel lugar tan cómodo para pasar al desequilibrio que puede llegar a convertirse en positivo. El personaje de Roberto viene a ser perfectamente construido: desde la fantástica escenografía que construye su casa anticuada y la ferretería de la que es dueño, hasta las reacciones dignas del estereotipo representado. Ahora, el film intenta explicarnos o justificar el carácter de Roberto; en su desarrollo se muestran pequeños indicios, como por ejemplo un apego importante a la figura materna. Pero la gran justificación llega justamente cuando nos enteramos que es un veterano de la Guerra de Malvinas. Instantáneamente la pantalla no lleva hacia aquella época, con un tono vintage y aviones y tanques de guerra. No pretendo juzgarlo innecesario, pero sí lo considero un tanto “traído de los pelos”. El ambiente del film se ve interrumpido por este episodio meramente justificativo como si estuviera inserto a la fuerza, lo cual provoca este cambio de atmósfera un poco brusco.
No se puede dejar de resaltar que Un cuento chino le hace honor al género cómico: es una verdadera comedia, con guiños muy argentos y un agregado costumbrista fantásticamente realizado. Como es de esperar, no se podía dejar de lado la temática de la inmigración de personas orientales en nuestro país: muchas escenas suceden en el Barrio Chino, se hacen los típicos comentarios de confundir a japoneses y chinos (con ese dejo despectivo de los argentinos), incluso en una cena que mantiene Roberto con amigos, se deja transparentar, en una conversación, las concepciones del extranjero en relación al argentino y de la visión que se tiene de la cultura oriental en sí. Un cuento chino es una película realmente disfrutable, con personajes sumamente estereotipados que son el condimento perfecto para una historia que retrata una realidad propia de nuestro país. Sobre todo el personaje de Roberto que no impide que todos encontremos un poquito de uno mismo en él ni que no pensemos en la difícil tarea de convivir con el otro, con la diferencia.