No hay dudas de que una de las grandes funciones del cine es causar emociones en el espectador. Ya sucedió en la primera proyección cinematográfica de los Hermanos Lumière a comienzos del Siglo XX: La llegada del tren espantó a quienes asistían a la presentación de este nuevo lenguaje artístico.
Aunque la tecnología actual deje a muchos films de antaño como poco aterradores o hasta ridículos, hay clásicos que nunca mueren. Así lo demostró una reciente proyección del film de culto francés Los Ojos sin rostro del director Georges Franju. Este film, incomprendido en su época, con fuertes rasgos de terror, se estrenó en 1960 y cuenta la historia de un cirujano que practica el transplante de rostro sobre su hija, quien ha sufrido un accidente, tomando la piel de mujeres que secuestra. Este film ha sido más que analizado por la crítica e incluso detectado como fuerte influencia (u homenaje incluso) en el film de Pedro Almdóvar La piel que habito.
Fue desde el instituto francés Romorantin que se organizó una proyección de Los Ojos sin rostro para 134 estudiantes de entre 16 y 17 años y las cosas no salieron como esperaban, o tal vez se subestimó el impacto del clásico.
Tal como informa el periódico español Las Provincias, luego de una cruenta escena uno de los estudiantes se desmayó, causando una cierta histeria colectiva, y 13 jóvenes más sufrieron ataques de pánico y desmayos. Por supuesto que la proyección se frenó, y debieron intervenir policías y bomberos.
Desde el cine donde se proyectaba la película explicaron: “El caos causado por el primer desmayo y el hecho de que quizás hacía un poco más de calor de lo habitual y una escena de tensión en la pantalla podrían explicar esta extraña ola de ataques.”
Una vez más, el cine es generador de sensaciones y experiencias extremas, aún en un contexto donde la ficción es clara y pensemos que el paso del tiempo puede atenuar sus efectos.