Están esas películas a las que uno llega de manera azarosa, sin mucha expectativa, por lo general, y terminan sirviendo sólo de entretenimiento; y están aquellas que, dándoles poco crédito, terminan siendo inolvidables. Venuto al mondo, traducida como Volver a nacer o Twice born, ha sido, para mí, un sorprendente film inolvidable. Gemma, se enfrenta a su pasado a partir de una llamada de su viejo amigo Gojko, en un viaje con su hijo, Pietro a Sarajevo. A partir de allí nos embarcamos en un viaje hacia el pasado: en Sarajevo en el contexto del conflicto de Bosnia, Gemma y Diego sólo buscan un hijo para completar su amor. La imposibilidad de Gemma los lleva a una obsesión, dentro de la cual aparece una bella mujer, Aska, que en el espantoso contexto bélico, traerá un hijo de la manera menos esperada. El film está basado en la novela homónima de Margaret Mazzantini. Como primer aspecto interesante del film aparece la forma de narración es flashback y flashforward, jugando permanentemente con el pasado y el presente y con la intriga de cómo Gemma llegó a ser mamá; todo esto gravita sobre el centro que es Pietro. La figura del hijo, descubriremos que, condensa tanto el genuino amor de Gemma y Diego, los deseos de una mujer, como los horrores de la guerra y el signo de una generación. Al tiempo que se teje la historia universal, presenciamos la historia de amor entre una italiana y un norteamericano, con sus bohemios amigos intentando sobrevivir y las diferencias temporales apelan justamente a marcar los cambios y consecuencias después de la guerra. En este sentido, el film es netamente emocional y con una importante carga de violencia también emocional. Al mismo tiempo, logra un ritmo entretenido e interesante, en lo cual influye mucho el intachable trabajo de los actores, sobre todo de Hirsch y Cruz que logran encarnar en sus figuras, distintos aspectos de la Historia y de las posiciones frente a ésta, frente al amor, al significado del nacimiento, etc. Este último es un tema también muy importante, el nacimiento. El símbolo de la imposibilidad de nacer, la resistencia a venir a mundo hostil; las ansias que representa para esta pareja traer un hijo al mundo a cualquier costo llegan justamente a crear una vida que condensa todo aquel contexto: la lucha y el horror por sobrevivir, el espacio de víctima ante el arrasador poder. Pero esto es justamente esperanzador: aparece la contracara, como fruto del horror y los obstáculos, el símbolo que representa eso es la vida, la vida que llega desde el amor genuino y la lucha por él. Otro aspecto que llama bastante la atención en el film es la música. Siempre acertada, aunque por momentos acertadamente desencajada, completa el gran clima de la película. Y con respecto a esto hay un momento clave en cuanto a lo emocional y es cuando suena el clásico de Nirvana “Something in the way”, en una escena compuesta por Gemma, Diego y Aska bailando abrazados con una foto enorme de Kurt Cobain detrás, en una especia de comunión, intentando no dejarse abatir, intentado crear vida. Y, más allá de esto, la figura de Cobain recorre todo el film, casi como un dios, como símbolo de la fuerza de la juventud y como ese trasfondo, nihilista y abatido de la vida.