¿Qué tendrán los vampiros que nos vuelven locos? ¿Qué parte de su extensa mitología ha cautivado con tanto fervor al arte en todas sus expresiones? La literatura y el cine, sobre todo, han hablado hasta el hartazgo de los vampiros y nosotros no nos cansamos de consumir. Y a partir de la enorme cantidad de información sobre los seres de la noche, sabemos sus características como el Padre Nuestro. ¿Qué pasa si, de pronto, aparece una obra que se dedica a parodiarlos y a quitarles aquellos atributos que los hacen tan atractivos para nosotros? Eso es What We Do in the Shadows: la parodia que lleva a la desilusión hilarante. Este film neozelandés se propone como un falso documental o mockumentary sobre cuatro vampiros que comparten casa y se deciden contar a las cámaras como es la cotidianeidad de un vampiro en la actualidad. Recolectando buena parte de la mitología vampírica, troca la imagen asesina en inofensiva, el erotismo en ridiculez y el glamour en decadencia. La película, de una hora y media de duración, es ante todo, entretenida y cómica. Habiendo tanto material sobre vampiros, ya no queda más que reírse de eso y al mismo tiempo, plantear una idea nueva del monstruo. Para eso, los realizadores han elegido los estereotipos más marcados: Petyr, el vampiro más antiguo, es un viejo gruñón, encerrado e intolerante, que no colabora en absoluto con la limpieza, nos recuerda de inmediato al Conde Orlok (Nosferatu); Vlad, por su lado, parece haber sido un sádico y perverso que ha perdido su fuerza por su enemigo letal “La Bestia”. Vlad no solo nos recuerda al gran papel de Gary Oldman en Bram Stoker’s Dracula por su excéntrica vestimenta y peinados, sino que hasta repite una escena de esta película. También aparece el guiño hacia la nueva generación de vampiros, aquellos que supieron romper corazones en la saga Crepúsculo, que se empeñan en vivir entre los humanos, relacionarse con ellos y que tienen muchos problemas con los hombres lobo.