En la producción actual de ficción en viñetas, es muy común la hibridación de géneros: historias realistas con toques fantásticos, ciencia ficción mixturada con comedia. A contrapelo de esa tendencia, Pablo D’Alio (dibujo) y Brian Janchez (guion) construyen un policial -con sus giros particulares claros- de la manera más pura y clásica: la puesta en escena de hechos criminales, personajes abocados al descubrimiento del culpable, y la figuración detallada de la psicología del presunto asesino.
Lo resuelven imaginando una historia truculenta emplazada en un pueblo del norte argentino: El hombre que dormía con los muertos (Hotel de las ideas). En este policial la cotidianidad parece transcurrir de forma insustancial, hasta que la denuncia por varias personas desaparecidas empieza a prender la alarma en la comunidad. Los autores ponen el foco en el carácter anodino y apático del serial killer, y en detallar los recursos rudimentarios de los policías encargados de resolver los casos. Esas características, tal vez, concentran la singularidad de la obra.
El tándem autoral, que ya había publicado Lo que ya pasó (Deriva Editora), parece funcionar de manera armónica, potenciándose. El impactante dibujo de D’Alio –de variados matices y a la vez sombrío- y el guion de Janchez -austero, con la dosificación justa de información- se combinan de maravilla y aportan al relato la dinámica necesaria para producir inquietud y deseo de seguir leyendo.
En diálogo con Indie Hoy, Brian Janchez comenta: “Con Pablo veníamos trabajando historietas cortas de ciencia ficción y fantásticas, y queríamos hacer algo más largo. Como en varias ocasiones hice en mi trabajo, arranqué la idea desde el título. A partir de ahí, desde la imagen de un hombre que dormía con muertos, empecé a construir la historia. Mi intención era poder armar un relato policial a partir de la figura no solo del asesino, sino también de quien lo intenta detener. En este caso, los dos personajes principales son caras de una misma moneda. Con la aparición de uno, el siguiente ya toma forma de inmediato al ser lo contrario”.
Sobre su interés en trabajar a partir de ciertas características del género policial, Janchez explica: “Durante la cuarentena, un hábito que perdí por no poder viajar en subte fue la lectura. Entonces, luego de un tiempo encerrado, me obligué a leer media hora al menos por día. Me sentaba frente a la ventana, ponía el temporizador en 30 minutos y me ponía a leer. Durante este ejercicio, me leí las 11 novelas que escribió de su personaje Kurt Wallander en menos de un año. Wallander es un detective de un pueblito sueco que debe resolver diferentes casos. Al mismo tiempo, siempre está cansado, le pagan mal, se pelea con la exesposa, no quiere a ninguno de los novios que le presenta la hija y el padre tiene alzheimer. Me volví muy fan de estas historias (y de Mankell, que seguí leyendo y debe ser la persona que más leí en la vida). Las ganas de escribir policial vienen más por este lado. Adoro a Kurt Wallander”.
¿Solés sacar inspiración de relatos verídicos que salen en los medios, por ejemplo?
Un texto que tomé de inspiración para escribir el guion fue la crónica que hace Osvaldo Soriano del caso de Robledo Puch. Me parece un texto muy bien estructurado que sirvió para poder armar al protagonista.
En el libro no se evidencia dónde transcurren los acontecimientos. Pero por lo que dice el dibujo parece una ciudad del interior rodeada de montañas… incluso da la sensación de que no fuera una época contemporánea.
En los otros trabajos que hicimos con Pablo, empezábamos desde la ambientación. En nuestra primera historia, él quería dibujar un escenario pantanoso y a partir de ahí, en todas nuestras historias, el ambiente debía comportarse como un personaje más. Pensamos situar el relato en el sur, pero al final descubrimos que ambientar la historia en el norte argentino iba a permitir que los personajes que estábamos construyendo se desenvolvieran de manera más coherente. Necesitábamos que la historia ocurriera en un lugar alejado y esa lejanía se transformara en protagonista.
¿Cómo trabajaron con Pablo D’Alio el registro de dibujo con que querían plasmar la historia?
El hecho de situar la historia en el norte argentino permitió que Pablo jugara con los colores y las luces. Esa ambientación era importante para poder desarrollar la historia, pero en este caso particular, arrancamos pensando en un policial que adquirió sobre la marcha tintes de relato de terror. Cada asesinato que lleva a cabo “el hombre que dormía con los muertos” tiene un juego de colores y luces distinto que refuerza la brutalidad que queríamos describir. Me parece increíble el trabajo de Pablo en este libro.
En esta obra noto mucha más austeridad en los diálogos que en otros guiones tuyos…
Porque el guion fue pensado más desde la coreografía de cada asesinato. La parte sensorial, creo yo, corre más por el dibujo de Pablo. Por mi parte, cada muerte que ocurre en el libro la pensé para que fuera distinta a la anterior. Fue como meterse en un juego de escritura macabro.
¿Creés que existe alguna o varias tradiciones del género policial en la historieta argentina? ¿Te parece que con El hombre que dormía… “recuperan” algún estilo específico de esa tradición?
Hasta los 90, podíamos apreciar varias tradiciones de historias policiales e incluso algunos juegos y mixturas de géneros. Historias de detectives y policías ambientadas en Estados Unidos (como Precinto 54 de Ray Collins y Lito Fernández o Savarese de Robin Wood y Mandrafina) o casos que contrastaban como Evaristo de Sampayo y Solano López que estaba ambientada en Argentina. Al mismo tiempo, también, había historietas como Inspector Bull que respondía al clásico policial inglés de fines de Siglo XIX. Alack Sinner se situaba en Nueva York, pero la historia y el personaje crecieron para lugares por fuera del género y construyeron una forma propia de contar. Mixturas de género se me ocurren Cosecha verde de Mandrafina y Trillo, que mezclaba el realismo mágico con un policial sudamericano. También, abordado desde la parodia, Boogie, el aceitoso de Fontanarrosa es un ejemplo para destacar y que después influenció a Angel Mosquito para hacer Morón Suburbio a fines de los 90 y principios del 2000. Varias historias de De Santis, en especial El Hipnotizador con Saenz Valiente, son policiales. Creo que la historieta que hicimos con Pablo está más influenciada por el estilo de escritura de un guion de los hermanos Coen que en una tradición historietística, no solo argentina, sino en general. Por un lado, una máquina de matar, y por el otro, un personaje que luce incapacitado de lograr atrapar al asesino pero que al final lo consigue a lo bruto, casi de casualidad. Eso me parece muy “coeniano”.