“Giras la cabeza / Horizonte / Horizonte
/ Tu cuerpo es soberano
/ Me gusta ir más lejos de lo que nos decimos que es posible”
-Eleanor Davis
Eleanor Davis se hizo conocer a mediados de los 2000 cuando formó parte de la antología MOME de la editorial Fantagraphics. Hoy colabora de forma asidua con viñetas breves en The New Yorker y The New York Times, pero en 2014 publicó su primera obra de largo aliento: Cómo ser feliz (de aparición en español en 2022). Se trata de una recopilación de sus primeros trabajos, historias que ponen en evidencia la amplia gama de registros y técnicas que maneja la autora: realismo, despuntes del género fantástico, uso de la mancha, versatilidad con el color, el blanco y negro, las acuarelas, o las líneas trazadas con rotuladores. A pesar de que es un libro que adelanta muchos de sus temas por venir -el vacío existencial, la cuestión medioambiental, la alienación laboral- en lo que tiene que ver con la utilización del color, se trata de un volumen atípico, dado que toda su obra posterior estaría signada por el blanco. Con respecto a esa decisión, la autora comentó en una entrevista con el sitio italiano Lo Spazio Bianco: “Me gustan las líneas en blanco y negro estéticamente y es mucho más fácil de hacer. Soy mejor en la línea que en la forma, y el color tiende a ahogar la línea de una manera que realmente me molesta”.
Su siguiente libro es quizás uno de los más emotivos e indispensables para conocer su mirada. Tú, una bici y la carretera (2017) narra el tour de force que emprendió la autora en bicicleta desde la casa de sus padres (en Arizona) hasta su propia casa en Athens (Georgia). Bitácora de viaje imposible que describe los desafíos de atravesar 8 estados del sur norteamericano sin más compañía que su móvil de dos ruedas. A modo de diario, Eleanor Davis dibuja todo aquello que se cruza en el camino, presta atención a los detalles, a los paisajes, a las personas con las que interactúa. A pesar de no haber una voluntad periodística en su crónica dibujada, existe en el libro un testimonio valioso sobre aquellos parajes ruteros muchas veces hostiles. Hay algo de proyecto titánico en ese viaje, como si Davis quisiera trazar filiaciones con el romanticismo alemán, ese que hace de la poesía el territorio más fértil para explorar las batallas de todo espíritu frente a la naturaleza.
En cuanto a lo autobiográfico, el libro es un desafío físico y a la vez mental de la autora que se impone retos casi estoicos para poder lograr su objetivo. Esto convierte a su relato en un arte de la meditación sobre sus miedos, sus altibajos emocionales como también sobre injusticias sociales. Es un libro donde lo íntimo se trama con lo político. Y esa dimensión política aparece en forma de comentarios certeros, sutiles, irónicos. En un momento de su recorrido por el desierto fronterizo entre Arizona y Sonora, un helicóptero militar estadounidense patrulla la zona y se le acerca demasiado. Ella anota: “Volaron en un círculo cerrado y luego bajaron mucho. Lo bastante bajo como para ver el color de mi piel”.
En 2018 hace tal vez su obra menos vital: ¿Arte? ¿Por qué? Surgida de una conferencia que Davis dio en Estados Unidos, la obra intenta ser un manifiesto filosófico sobre el concepto de arte, sobre su utilidad (o al contrario sobre la condición improductiva del arte), sobre el impulso del ser humano a producir arte, sobre sus derivas comerciales. Lo hace con herramientas que van de la reflexividad hasta el humor, pero sencillamente tanto lo lúdico como la disertación estética terminan quedando a mitad de camino.
Distopía, melodrama, política. Su novela gráfica más reciente (y la que le dio más notoriedad) es una gozosa intersección de géneros. El difícil mañana se focaliza en Hannah, una trabajadora de la salud y militante que intenta armar una familia armónica en medio del caos, junto a su compañero Johnny. Están en la búsqueda de un bebé, pero el mundo incierto en el que viven no les da muchas opciones amables. La intensidad que cobra su amistad con Gabby (más radicalizada que Hannah en la lucha política) termina de componer un cuadro, en apariencia, conflictivo. El contexto en el que todo sucede es un futuro hipotético donde un estado represivo hace uso de armas químicas, donde casi se ha retirado a la humanidad del espacio público exceptuando a los manifestantes, donde se plantea una normalización de la crisis. El mundo distópico de El difícil mañana es bastante parecido al nuestro.
Tal vez por eso el libro tiene una dedicatoria bastante estremecedora a su hijo por nacer. “Estoy deseando conocerte. No sé cómo será tu futuro. Espero que nos perdones por traerte a este mundo bello y terrible”. En una entrevista que dio al sitio Comics Beat la artista cuenta que comenzó a escribir su novela gráfica en 2017 y la terminó en 2019. En esa brecha temporal, Donald Trump fue electo presidente y ella redobló su energía destinada a la militancia (sobre todo contra el cambio climático).
Aunque se trata de una historia anclada en las claves de la ciencia ficción, Davis toma aspectos de la realidad como, por ejemplo, una manifestación de Black Lives Matter en Atlanta en la que la autora participó y fue reprimida brutalmente por la policía antidisturbios. “Se suponía que El difícil mañana era una historia distópica, y se convirtió en una realidad (¡casi!) de lo que estaba sucediendo en los EE. UU. Y cuando escribes ficción distópica, lo último que quieres en el mundo es que se convierta en realidad“, dijo.
A pesar del desastre que se describe en sus páginas, El difícil mañana nos guarda momentos luminosos. Es un libro amoroso y optimista. Davis parece decirnos que la amistad, los lazos comunitarios y la insistencia en nuestros deseos personales, vienen al rescate cuando todo parece nublarse, cuando el único horizonte parece ser el de la pérdida de la esperanza. Un antídoto contra desmoronamientos emocionales. Se trata de la mejor obra de una de las dibujantes de cómics más importantes del panorama contemporáneo estadounidense.