Encontrar un nuevo hogar puede llegar a ser una odisea. Desde hace más de un año que la ley de alquiler está vigente. Papeles, seguros, ahorros y acuerdos mutuos son desafíos que viven día a día los inquilinos. Tiana Pol se viste de abanderada de estos grupos atacados por las expensas, los contratos inestables y los desacuerdos; y los transforma en viñetas extraordinarias.
En el currículum de Tatiana Pollero se puede observar una fanpage creada en el 2013 donde publicaba un dibujo todos los jueves: “teníamos una semana y participaban 300 personas, y contestaba esos 300 emails… ¡menos vida social tenía! Y ahí me daba cuenta de que dibujaba muy mal, trataba de pilotearla con el chistecito. Dale like que por lo menos soy graciosa”, recuerda la artista en conversación con Indie Hoy.
Sus tiradas le valieron devotos seguidores. En el 2018 publicó Ah Re, editado por Loco Rabia, recopilando chistes de situaciones cotidianas, figuras pop y memes. Pero su costado humorístico no es todo lo que define a Pol. Sacando su parte más justiciera, en 2015 cofundó con Micaela Sanchéz Malcom la editorial Ediciones invisibles que cuenta con cuatro libros. El puntapié inicial fue el libro Invisible, un libro de ilustraciones del emblemático libro El Principito con 160 ilustraciones de más de 100 artistas de todo América Latina: “Todo es culpa de Nik, había mucho odio porque había sacado su versión de El Principito cuando él se quejaba de que había liberado los derechos. Entonces nos juntamos muchos ilustradores a sacar nuestra propia versión. Lo lindo de esa editorial es que descubrí un montón de ilustradores que no conocía; todo se hacía a pulmón, ojeras y espalda. Nos quedó la espalda media torcida”. Los otros tres resultados de esas columnas maltratadas fueron Insensato (2016), un libro de cuentos de Edgar Allan Poe; Yeguas (2017), libro de citas de mujeres de todas las épocas ilustrado por mujeres; y Canalla, un libro ilustrado de escritores contemporáneos de cuento sobre villanos no tan villanos.
Inquilinos surge de la desilusión de un alquiler ideal, a partir de la cual Tiana despliega un balance entre humorista y defensora social. La pregunta en cuestión es ¿cuál fue el motivador principal para terminar el libro?: “El odio. Fue a principios del 2020, arrancó la pandemia y justo cambiaron los contratos. Los dueños empezaron a cancelar sus acuerdos y todos estábamos buscando departamento con una nueva ley que, todavía, no sé si beneficia o no al inquilino. También, charlando con amigos, me contaron sus experiencias y empezaron a notar que no había algo que hablara del tema. Entonces empecé a hacer catarsis a través de eso. Contar un poco la situación de cada persona, pues la mayoría alquilan y tenemos muchas trabas para poder tener un alquiler.”
Pero su mayor desilusión vino de la mano del sueño destruido de una convivencia ideal: “Ciervo se iba a mudar a mi departamento donde pagamos re poco de expensas, era todo muy ideal, ya habíamos imaginado tardes de gatitos y meriendas. Y justo cae la pandemia, se atrasó todo y al final después de cuatro meses de espera, no le quedó para ella sino para el sobrino de la dueña. Por eso le dediqué una de las historietas y hablamos todo el tiempo de esta situación, de que te querés mudar y tenés que tener recibos, ser monotributista y todo lo complejo que es”.
A pesar de estar más tiempo en casa, la pandemia planteó varios inconvenientes. Pol cuenta que su mayor desafío fue su bebé recién nacida: “Yo no tenía brazos extras, era turnarme con mi pareja para cuidarla y aprovechar las siestas, que eran muy pocas. Además, era la primera vez que hacía chistes alargados. Lo iba dibujando en la cabeza y lo escribía en el celular mientras con la otra mano trataba de sucumbir al bebé. No era muy diferente a lo que venía haciendo. Pero me lo propuse en un año, capaz si lo hubiese estirado hubiese mejorado algunas de las tiras, o capaz que no”.
¿Cómo decidiste el estilo? ¿Hubo una dirección artística particular?
Fue todo una búsqueda porque era algo que hacía para salir de lo habitual. Los fondos son tranquilos porque no soy muy buena dibujando fondos, así que lo usé para aprovechar mis limitaciones. Me gusta utilizar una paleta limitada. Pero fue un desafío porque cuando no usás líneas, en un punto se complican que se crucen los elementos.
¿Creés que al usar chistes con memes hay un vencimiento?
Sí, hay una fecha de vencimiento y hay como un “Volvieron los memes”, en algún momento van a volver. Por un lado es un guiño más rápido, no tenés que hacer todo una explicación para contar el chiste. Y más cuando el lector lo identifica y hace “Hey, entendí ese chiste”. Por otro lado sí tiene un riesgo de caducidad y tiene el hecho de usarlo mal como “Señora, no se usan así los memes”. Suele pasar.
¿Cuáles son tus objetivos? ¿Por qué elegiste la historieta?
En la historieta me gusta ir cambiando de formatos. Ahora estoy haciendo una historieta con un guionista que no es tan de humor, es más larga, para ver cómo funciona, ya voy como cinco años más o menos. O sea, que no funciona muy bien. Me gusta mucho la historieta, consumirlas, hacerla, ver cómo la recibe el público. Vengo del diseño gráfico y me voy amoldando un poco más a lo que es su formato de viñetas, me gusta probar.
¿Cómo fue el proceso de selección de las historias? ¿Descartaste algo?
Antes de dibujarlo hubo mucho proceso de escritura, y eso pesó un montón porque iba viendo si funcionaba o no. Cuando ya tenía en mente el libro, quería cerrarlo en cierta cantidad de capítulos y me empecé a preocupar si no estaba forzando el chiste. Entonces, hice una revisión de todo y vi qué temática ponerle. Me gustó pasar por ese proceso, discriminarlo y tirarlo. Pero sí, hubo casos que tuve que cambiarle el final. Recuerdo que estaba el capítulo (el Tinder de los roomies) que una chica va el boliche y le pregunta a la gente si trabaja o estudia. Y, en realidad, lo que estaba haciendo era buscar a alguien que tenga un recibo de sueldo. El final era que se llevaba al chico al lado del dueño y decía: “Acá está mi recibo de sueldo”. Quedaba medio mal porque la mostraba como una chica interesada. Creo que, al cerrarlo con dos chicas que querían lo mismo, quedó mucho mejor. Y no es algo que pueda llegar a entenderse mal.
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¿La interacción con el público ha modificado la forma de hacer humor?
No sé si me limito si hay un comentario que me diga “Malísimo el chiste”, porque básicamente lo hago gratis. Y tengo ganas de hacerlo como un ejercicio a diario, semanal, mensual, ya casi anual. Sí tomo ciertos comentarios que pueden llegar a ser productivos sobre si estuvo bien ese chiste, si se entendió. Hago un proceso de aprendizaje de por qué pongo una mujer y no un hombre. Voy aprendiendo bastante desde que lo voy viendo. Me sirve un montón subir las cosas porque las veo, le doy una cierta distancia al trabajo. Me gusta mucho la interacción, ir a eventos. No por la gente, sino porque veo más la reacción en vivo y noto si se ríen de verdad o si es mentira, si funciona. Pero no me limita hacer chistes por ellos. Si alguien me dice “no me causa gracia” está bien, puede pasar. Me han puesto mucho “no lo entiendo”. Y bueno, está bien. Uno no tiene que estar explicando chistes.