Náufrago Morris es una publicación conjunta entre los sellos Historieteca y Loco Rabia, que tiene como hacedor gráfico a Lautaro Fiszman y como guionista a Pablo Franco. Cuenta las peripecias en los mares patagónicos del marinero inglés Isaac Morris, embarcado en la fragata Wager que tenía como objetivo luchar contra los españoles en la reyerta colonialista por el territorio y las riquezas. El mar intempestivo del sur disgrega la tropa de modo que Morris tiene que emprender el regreso a Londres en un estado de supervivencia constante, sobre todo ante la adversidad climática.
Cada viñeta de Fiszman, pintada al óleo cuidadosamente, es un cuadro en miniatura que impacta y emociona. Por el empaste en la tela, la evidencia de texturas y por motivos temáticos marítimos recuerda al pintor boquense Quinquela Martín, pero también al gran Eugenio Daneri o a Victorica. En el guion, Franco opta por un andamiaje clásico del relato que remite directamente a la novelística de aventuras del Siglo XIX como Herman Melville y Joseph Conrad. Pero la historia despunta también por su manera de hacer foco en cuestiones histórico-políticas que no tienen difusión masiva ni mediática. A raíz del naufragio del marino Morris, el viaje se vuelve sinuoso por nuestra costa y por nuestras pampas. A partir de esa secuencia, el protagonista comienza un camino de aprendizaje en su relación con miembros de la comunidad tehuelche.
En 2022, la novela gráfica ganó el premio mayor del Primer Concurso Latinoamericano de Historieta organizado por las editoriales iLatina (Francia), Comix Zone (Brasil), Historieteca (Argentina) y Loco Rabia (Argentina), y hoy ya tiene ediciones en Brasil y Francia; un logro en la historieta local digno de ser destacado. En diálogo con Indie Hoy, Lautaro Fiszman y Pablo Franco se expresan sobre su proceso creativo, sobre cuestiones estéticas e históricas y muchas cosas más.
¿Qué fue lo que los impulsó para abordar la historia de Isaac Morris en América del Sur?
Pablo Franco: Yo estaba escribiendo una novela sobre Isaac Morris y le conté a Lautaro la trama, que se trataba de una historia real. Entonces él me dijo que deberíamos hacer una novela gráfica. Con la pandemia, que teníamos más tiempo, empezamos a hacerlo.
Lautaro Fiszman: Me atrajo que fuera una historia real, tremenda. Me imaginé a los tipos vestidos con piel de lobos marinos, comiendo carne de esos lobos matados a piedrazos, muertos de sed, perdidos en lo que para ellos era un desierto pero que para los indios era su hogar y donde vivían perfectamente. El relato que hace Morris es uno de los pocos registros escritos de los pueblos originarios en esos años. Es un relato de primera mano de caciques como Cangapol o Calelián que la “historia oficial” condena al olvido. Es una historia real muy parecida a Lord Jim, de Joseph Conrad y visualmente muy rica, que me daba ganas de pintarla: me la imaginé desde un principio hecha historieta, pero además pintada con óleo.
¿Cómo armaron el relato de este marino inglés, siendo que la documentación disponible era muy dispersa y heterogénea?
PF: Estaba el diario de Morris, en el que cuenta su historia en la costa de lo que hoy es Mar del Plata, y el viaje con el cacique Bravo hasta la Patagonia. Lo tenía muy leído porque es un documento que los historiadores citan para hablar de los indios de la zona en épocas tempranas del Virreinato. Leyendo los otros documentos sobre la expedición de Anson, encontré en Un viaje a los mares del sur en los años 1740-41, de Bulkeley y Cummins, la primera parte de la expedición, con el naufragio en Chile. En ese diario se nombra a Morris, entonces por primera vez se pudo reconstruir todo el trayecto del marino inglés con la certeza de que realizó todo el recorrido, y en qué circunstancias.
LF: Para la parte gráfica tratamos de documentarnos todo lo posible. Pablo tiene amigos que saben mucho de historia naval así que nos ayudaron con información sobre las embarcaciones y también con los uniformes de los militares españoles de la época. Para la parte de Londres hay muchos cuadros e ilustraciones para documentarse, pero no hay muchas referencias gráficas de Buenos Aires en 1740. Están las ilustraciones de Florian Paucke y también las de Emeric Essex Vidal que, si bien son un poco posteriores, me sirvieron mucho para tratar de crear el clima en la historieta.
¿Cómo fue que eligieron la estructura narrativa? ¿Tuvieron como objetivo desde el principio armar una historieta del género de aventuras?
PF: Hubo que suprimir algunas repeticiones, como por ejemplo cuando ellos intentan tres veces ir caminando hacia Buenos Aires siguiendo la costa del mar, y se encuentran con los pantanos de lo que hoy llamamos la Ría de Ajó. Y hay otro momento que se cuenta en un sueño, logrando así resumir una parte importante. La historia es en sí una aventura increíble, hicimos hincapié en otras cuestiones, como la pertenencia a una cultura y cómo eso termina condicionando las conductas de los personajes, sobre todo en la relación con los indios.
LF: No hubo un objetivo previo de armar una historieta de aventuras. Creo que no es necesariamente una historieta de aventuras sino una crónica histórica donde hay aventura, viajes, luchas, muertes. Al principio, la idea era que cuando él terminara la novela hacíamos la adaptación a historieta, pero pasaba el tiempo y no la terminaba y al final decidimos arrancar con la historieta. Pablo escribió un guion y empecé a bocetar y fuimos armándolo entre los dos. Por lo general trabajo solo y estuvo muy bueno poder compartir el proceso con un amigo. Laburamos mucho tiempo los bocetos, con mucha ida y vuelta y la historia fue creciendo mucho y cambiando hasta llegar al boceto definitivo.
¿Creen que esta historia podría enriquecer o invitarnos a repensar algunas cuestiones sobre el lugar donde vivimos, sobre nuestro propio presente?
PF: Ese es nuestro objetivo. Se plantean conflictos que aún nos interpelan como pueblo. Nuestra relación con los habitantes originarios preexistentes y el incumplimiento de los pactos establecidos con ellos. También el conocimiento de la formación, hace menos de tres siglos, de lo que posteriormente sería la Argentina, siempre tan vulnerable a las potencias extranjeras colonialistas, sobre todo España, pero también Inglaterra. Esos dos asuntos, por ejemplo, siguen vigentes.
LF: Me parece importante que la historia muestra que ya en esa época había acuerdos de paz donde los españoles reconocían que esos eran territorios de los pueblos originarios. Y en la historia se ve cómo los españoles empiezan a traicionar estos acuerdos, a atacar y asesinar a los pueblos originarios para robarles las tierras así como iba a hacer Roca en el siglo siguiente. Y es importante contar la historia de caciques como Calelián o Cangapol, que vivieron, que fueron personas reales y que están ocultados en la historia oficial. Contar que había gente que vivía en lo que se llamó “Desierto”, que sabían dónde había agua, que no era ningún “Desierto”, este era su mundo. Actualmente tenemos a Gerardo Morales, el carcelero de Milagro Sala en Jujuy, reprimiendo a los pueblos originarios e imponiendo una reforma constitucional para seguir robándoles las tierras.
Cada viñeta de Lautaro podría ser una obra de arte en sí misma: el uso de los materiales, la textura, la escala cromática. ¿Cómo fuiste encontrando el registro visual con el que laburás tus historietas?
LF: Si bien empecé a hacer historieta un poco antes, pinto también desde muy chico. Creo que empecé a hacer historietas entre los 13 y 14 y a pintar desde los 16; en seguida empecé a hacer historietas pintadas así que siempre fueron lenguajes muy relacionados o mezclados, sin un límite muy claro. Sí es muy distinto el proceso puramente historietístico de armar la historia, resolver cómo contarla, bocetarla, que es lo que más tiempo me lleva.
¿Es posible que tu estilo de representación visual dialogue más con la tradición pictórica argentina de principios del Siglo XX que con la historia de las viñetas?
LF: La verdad es que me encanta la historieta y me encanta la pintura, no las siento como cosas separadas y hay historias como la de Morris que las pienso pintadas. Es cierto que por lo general el blanco y negro permite una lectura más ágil, pero también para mí es una búsqueda, un desafío poder hacer la historieta pintada sin perder la dinámica en la narración. (No sé si lo logro siempre, pero lo intento). Hay historias que considero que son para contar en blanco y negro y otras que desde el principio las pienso pintadas.
¿Qué significó para ustedes haber ganado el 1° Premio Latinoamericano de Historieta?
PF: Es muy importante, más que el Premio como reconocimiento, el poder ser publicado en Argentina, Brasil y Francia. La posibilidad de encontrar lectores en otros países. Está buenísima la iniciativa. Y a nivel autor, poder trabajar con distintos editores, buscando lo más conveniente para cada edición, y aprender de la experiencia.