Las 5 historias dibujadas y escritas por Pablo Vigo en Dusko (2021) están maravillosamente custodiadas en las contratapas por uno de los poemas más hermosos de la música de los 60: “La taberna de Dusko”, de Leonard Cohen. El historietista y escritor de Lo salvaje (2017) nos da la bienvenida con Cohen a un mundo de matices grises, que transita por todos los géneros. Nos narra historias de gente común que transcurren en la ciudad y que, en el fondo de cada personaje, están atravesadas por submundos llenos de conceptos y de dualidades.
Todo lo que a la vista es intangible, Vigo lo hace evidente a partir de la construcción narrativa en cada secuencia, en el tratamiento de los personajes y, por supuesto, con los planos que elige para mostrarnos las calles, los objetos, las personas. El recorrido por cada viñeta resulta casi cinematográfico. En definitiva, las páginas editadas por Maten al Mensajero son logradas por el autor con un exquisito equilibrio entre lo que se ve, lo que se lee y aquello que el mismo lector construye.
Pablo Vigo, autor de Dusko, nos contó, con su particular toque de humor, sobre su trabajo de creación como escritor y dibujante:
¿Qué técnica usaste para dibujar las historias de Dusko?
Trabajo en tamaño A3. Me gusta laburar todo a mano: letra y entintado. Hacer una página sola me lleva más tiempo del que a vos quizá te lleva leer el libro. En “Combustión”, por ejemplo, lo que hice en digital fue el retoque de los grises o algunos otros detalles. Lo demás lo hice a mano. Me gusta trabajar como se hacía antes. “Aparición en departamento 7A” sí es todo a mano. Para el caso de la que no tiene título, y que en el índice aparece como “Dos pinturas”, la técnica es témpera. La trabajé en grises porque sabía que la iba a reproducir en blanco y negro. La pinté mezclando témperas con pincel en el mismo papel que están las viñetas de abajo. Me re divertí haciendo estas cosas. En “La taza”, hay un estilo de collage, porque agarré un Hugh Grant, que tenía que ser como a comienzos de los 90. Le hice una serie de retoques en la compu y era animarme, porque en mi mundito meter una foto que no me pertenece es transgresor.
¿En todas las historias hay una intención de plasmar la ciudad?
En todas. Es medio extraño que yo labure en algo donde no esté la ciudad, donde la historia no esté situada en la ciudad. Lo más difícil de todas estas cosas es que quiero dibujar Buenos Aires, donde me crié toda la vida. Y de repente uno va a dibujar y no sabe cómo es. Para mí, tiene que ser lo más parecido posible. No me puedo olvidar de que está plagado de autos por todos lados y estacionados como el culo. También de que hay bastantes árboles, aunque menos de los que me gustaría. Entonces se vuelve todo algo medio -esto es algo personal mío- como de detalle. Por eso me demoro tanto haciendo una página.
En medio de la cotidianidad, ¿cómo elegís la historia que querés contar?
Cualquier cosa puede ser un disparador. Por ejemplo, en “Aloe vera” quería hablar de una planta de aloe vera que tenía en casa. Me causaba gracia que cada vez que la iba a regar me pinchaba o me lastimaba, y se supone que el aloe vera tiene todas estas propiedades curativas. Me llamó mucho la atención justamente esto; que desde la superficie o la parte de afuera te lastima, pero la parte de adentro te cura, y ahí, en la historia, relaciono esto con la culpa. Es medio abstracto cómo empieza una historia. A veces es una imagen, algo en particular que quiero dibujar, algo que vi en la calle, una anécdota que me contaron y la reformulo para que pierda cualquier tipo de conexión con la persona o el propósito de esa anécdota. Otras veces es la sensación de querer ir hacia un género. Por ejemplo, en la primera historia, que se llama “Combustión”, mi deseo era trabajar haciendo algo policial y no me animaba a meterme de lleno en el género. Quería que fuese algo un poquito más cercano a mi experiencia con lo policial. Toda mi vida viví en el barrio de Caballito y me acordé que hacia como mil años había suelto un pirómano. Y siempre me causó un poquito de intriga: era como ir prendiendo fuego a las cosas. A mí no es que me guste prender fuego a las cosas, pero si hay fuego, por ejemplo en una parrilla, medio como que el cuerpo va hacia el fuego. Así que trabajé con esa sensación. Para introducir al personaje dentro del género, pensé en que el pirómano debía hacerle algo a ella. Para darle vida al fuego pensé en qué hace el fuego, cómo opera: el fuego destruye, también da calor, todas esas contradicciones. Es esa relación medio compleja y rebuscada que las personas suelen tener con ciertas cosas, la misma que existe con el fuego. Sí, entonces las historias son como cosas de la vida cotidiana y después siempre estoy viendo la dualidad, tratando de verlo no solo desde un punto de vista, sino de la necesidad de que las dos cosas convivan. Estamos en todos estos objetos.
¿Cómo es el tratamiento que le das a cada temática?
Uno no solo tiene una sola cosa que decir sobre algo o sobre alguien. Mi trabajo con estas cosas es encontrarle qué otra vuelta hay, para darle un poquito de tridimensionalidad a las historias, a los personajes y a lo que quiero decir. Me gusta darle la vuelta a las cosas, para no quedarme solo con un punto de vista y después ver cómo esa vuelta que pega el personaje, lo cambia, lo transforma. Siempre hay un mensaje, no necesariamente escondido, pero en todas las historias sé, o al menos pienso que sé, de lo que estoy hablando y siempre hay alguna pista como para fortalecer o tratar de derribar mi teoría al respecto. En el caso de “Combustión”, por ejemplo, trabajar la atracción hacia el fuego. Pero no es sobre mi atracción al fuego, sino es cómo pienso que este personaje en particular está atraída al fuego, o por qué pienso que a ella le puede atraer el fuego, qué paso en el caso de ella como para sentirse atraída por el fuego. Lo mismo para todos los personajes.
¿Hay una intención de dotar de psicología a cada personaje?
En general no quiero escribir sobre lo que me pasa a mí, no quiero que ninguno de los personajes sea como un avatar mío. Es cero interesante. Hay bocha de personas que lo hacen mucho mejor, porque tienen vidas mucho más excitantes que la mía y no tienen problema en abrirse. Yo soy yo, no puedo eso. Entonces, en general, en la ficción, para mí, se trata de retratar de la manera más fiel posible qué es lo que siento, no cómo es mi mamá o mi papá o mis amigos o pareja de momento, qué es para mí este tipo de miedo, qué es para mi la añoranza, qué es para mí en este momento de mi vida, y luego contrastar con el personaje, para ver si comienza a coincidir conmigo en qué es para este personaje la añoranza o lo que sea y bueno, por ahí cambia. Se supone que todas estas cosas son como un ejercicio de empatía.
¿Cómo es tu tránsito por cada género?
“Combustión”, por ejemplo, es policial. Creo que este fue mi segundo intento de escribir algo policial duro, traté de meter esta historia en particular en cinema noir, muy cargado en la voz en off, en el relato. Aunque se escapa del noir clásico en el personaje principal, que en este caso no es criminal ni detective. En cuanto a la estructura de la historieta siempre aparecen desde el punto de vista de ella y bien de frente. Siempre traté de que el formato fuera similar. Hay detalles que están en el formato de la viñeta, que es más pequeño que el de la entrevista. Todas pistas visuales en cuanto a estructura. Lo resuelvo visualmente con los mismos planos, y los detalles con objetos aislados de personas y de contexto. Ella es el foco de esta historia. No importa al final quién es él.
“La taza” es comedia. La historia está basada en una anécdota con mi hermano, durante un verano en Villa Gessell. Estaba muy fanatizado con Beavis and Butt-Head. Todos los días íbamos al salón de videojuegos para ganar tickets y reclamar todos los productos de Beavis. Lo único que me quedó fue una taza y a partir de eso inventé la historia.
“Aparición en el departamento 7A” es terror. Tiene que ver con la parálisis de sueño. Después de un par de historias de conocidos que sufren parálisis de sueño empecé a trabajar sobre eso y la enganché con una relación conflictiva entre madre e hijo. El que se le aparece es el abuelo. El infierno es la parálisis de sueño.
¿Cuáles son tus principales referentes?
En general hay a quienes les presto muchísima atención como a Daniel Clowes, Chris Ware, Charles Burns, Adrian Tomine, Jaime Hernández. En cuanto a la forma de escribir y de contar, Gabrielle Bell. Eso en general, siempre varía. En cuanto a entintado, John Romita Sr., que dibujó mucho a Spider-Man. Me gusta mucho ese tipo de línea más gruesa en cuanto al dibujo, con caras más despojadas de súper detalle y me gusta mucho la claridad en la línea. En cuanto a sombras: José Muñoz. Si uno ve mi trabajo van a saltar estos nombres al principio, inevitablemente. Estoy dentro de esta escuela de dibujo, dentro de este tipo de claridad en la línea, que no es necesariamente lo primero que elijo a la hora de leer o de admirar, pero sí es lo como mi estilo a la hora dibujar.