“¿Con cuántas aceitunas tenés ganas de encontrarte en cada empanada?”, consulta Pip -que está fuera de cuadro- a un Pep inmerso en su notebook. La escena podría parecer de lo más mundana pero en la continuidad de viñetas que pueblan el libro de historietas Pip y Pep, de a poco se va revelando el carácter extraordinario del vínculo entre dos perros que hacen de la convivencia su pequeña trinchera donde guarecerse de la hostilidad del mundo. Como cuando él declara un poco apenado: “hoy, como no estabas, los mosquitos me picaron a mí”, o soportando el agobio del subte confiesa “estoy muy cansado, ya quiero estar en casa” y ella responde: “yo soy tu casa”. De eso se trata el volumen editado por Maten al Mensajero; de convertir lo doméstico en un territorio fabular, lleno de complicidades, derivas, deseos y temores compartidos.
Sin embargo, no hay una mirada costumbrista en las escenas que se describen. En esas zonas de la experiencia diaria que uno adivinaría administrativas y gregarias, Pip y Pep le dan duro a la capacidad de sorpresa, en cada acontecimiento por pequeño que parezca. En su capacidad de novelar lo cotidiano, de encontrar fulgor en momentos aparentemente simples -elegir una serie para ver, comprar libros, dormir una siesta- esta pareja de perros más que querible construye su refugio. Como si se tratase de un deslumbramiento, según el cual las posibilidades del vivir juntos estarían ligadas a los confines de un cuadrito de historieta; Paula Sosa Holt construyó el espacio imaginario más melancólico, delicado y placentero para habitar; un micromundo afectivo llamado Pip y Pep.
¿Cómo aparece la idea de hacer la tira de Pip y Pep? ¿Desde el principio tuviste en mente que se convirtiera en libro o eso surgió después?
Pip y Pep nace de la necesidad de poner en algún lado, algunos diálogos (ficticios y de la vida real) que estaba anotando y me parecían divertidos. La primera tira era de cuatro cuadros y tuvo su base en un diálogo real que mantuve una vez con mi pareja cuando salíamos del cine. Quedé satisfecha con el resultado, pero no lo continué haciendo. Pasaron unos meses y me di cuenta de que en ese tiempo había estado anotando muchos diálogos, entonces decidí sacar nuevamente a la luz a esos perritos que salían del cine. Cuando lo retomé lo pasé a un solo cuadro (un poco influenciada por el formato de Instagram) y lo pensé como un proyecto a largo plazo, ahí sí con la idea de que se convirtiera en libro. Me acuerdo que pensé: “Voy a hacer sesenta de estos. ¡Mínimo!”. Después se contactó conmigo Santiago Kahn, editor de Maten al Mensajero, y nos pusimos a trabajar a full y con re buena sintonía para sacar el libro. Para mí es un sueño hecho realidad.
¿Por qué decidiste construir los personajes a partir de motivos zoomórficos?
Al tratarse de situaciones tan cotidianas quise darles algo que los sacara de ese lugar. Sí, son dos personajes en un sillón mirando Netflix, ¡pero son perros! A mí eso, como lectora, me atrapa más. Además, desde el dibujo me entretiene más dibujar animales que humanos.
El humor de la viñeta condensa tanto momentos de los más cotidianos hasta los más volados y absurdos. ¿Cómo fuiste logrando ese equilibrio?
Lo que pasa es que no todas las tiras que están en el libro son de humor. A medida que se me iban ocurriendo ideas para hacer las viñetas, también se colaban algunas que eran más existencialistas o tristes, momentos de monólogo interno e introspección, entonces quizás la escena ya no está sucediendo en la cotidianeidad del living sino más bien dentro de cada personaje. De todas formas, para mí lo cotidiano siempre prima en Pip y Pep. Hay diálogos volados, pero siempre dentro de ese contexto de cotidianidad de dos perros.
En Pip y Pep cada situación se resuelve en un solo cuadrito, el dibujo es bastante despojado, aunque con los elementos necesarios para nutrir cada escena. ¿Cómo fuiste definiendo ese registro estilístico?
Los elementos presentes en las escenas son los justos y necesarios para crear la atmósfera que, para mí, requiere la tira. Esto lo pensé para dar la idea de que se está siendo testigo de un momento, descontextualizado, que cualquiera puede vivir. Pip y Pep viven en su mundo, en su burbuja de películas y libros, no los afecta lo que sucede afuera. Es un poco burgués todo, ya lo sé, pero quería que se acotara a esos momentos íntimos.
¿Tuviste algún libro o algún autor como referencia -ya sea temática o por el estilo- mientras ibas laburando en esta tira?
En el caso de Pip y Pep, no. Es algo que me surgió muy de adentro, tanto lo temático como el estilo de dibujo que utilizo ahí. Pero claro que siempre me influencia todo lo que consumo, como series, películas, libros e historietas. Hay cierta oscuridad en Pip y Pep que me es propia, pero que veo también en influencias muy grandes para mí, como lo son Louie C.K. y Simon Hanselmann. También tengo influencias más generales, de las que seguro no puedo escapar, como Judd Apatow y Lena Dunham.
¿Cómo ves la escena de la historieta en la Argentina? ¿Te estimula la obra de alguno de los colegas de tu generación?
Veo que se están haciendo cosas nuevas y muy buenas todo el tiempo. Todos estamos sacando fanzines, libros, haciendo muestras re zarpadas. Pese a que el país no está pasando por un momento muy copado, hay muchísimos eventos de los que podemos participar los ilustradores e historietistas que estamos surgiendo. Eventos de fanzines, muestras colectivas y demás hacen que todo se mueva y que nuestro trabajo se visibilice. Con respecto a mis colegas, creo que me muevo en un círculo que me envuelve y representa, en el cual me siento supercómoda. Admiro a muchos, muchísimos, de mis colegas y amigos de la escena. Por ejemplo, mis compañeros de Mal Flash, el suplemento de historietas de revista NAN, que son muy capos.