Incómodos almuerzos familiares, jornadas laborales insoportables y noches de excesos pueblan los días de Carolina, una veinteañera en crisis cuya inestabilidad es cada vez más grande y su angustia cada vez más honda. Cruda, devastadora, pero también hilarante y corrosiva, Inframundo nos muestra, con prodigiosa destreza gráfica y narrativa, el costado más amargo -y a veces absurdo- de la vida adulta y sus conflictos adyacentes.
La novela gráfica comenzó a publicarse por capítulos en formato digital entre septiembre de 2020 y octubre del 2021. El sello Hotel de las Ideas editó el libro en soporte físico, ocupando un lugar en el listado con los 10 mejores cómics argentinos del 2021 según Indie Hoy. Conversamos con Xina Ocho sobre los materiales en los que se inspiró y acerca de su proceso creativo.
¿Cómo surge Inframundo? ¿Cuándo empezaste a delinear la historia?
Solía hacer historietas o contenido más autorreferencial, a veces sin ningún tipo de filtro y hacía tiempo tenía ganas de armar algo más desmenuzado en forma de una historia. Inframundo surgió un poco por eso, a partir de cosas que escribí entre los 20 y los 30 años. Por alguna razón no podía concretarlo, por ahí dibujaba un par de páginas y lo dejaba. En 2020, durante la cuarentena, lo retomé y justo surgió la posibilidad de publicarlo por capítulos en formato digital.
¿Cómo encarás tu proceso creativo?
Siempre me baso en las cosas que escribo sobre mi vida y eso sí es como un diario íntimo. De ahí hay situaciones que me llaman más la atención porque todavía no termino de entenderlas o de darles sentido del todo. Necesito masticar eso en otro lenguaje en vez de pensarlo todo el tiempo.
A veces sirve armarse un personaje de uno mismo y verse en una ficción para ordenar la realidad…
Existir me resulta bastante ordinario, o aburrido, por momentos, y contar historias es mi manera de darle un sentido a la existencia. Siento que hay algunas cosas que puedo resolver o atravesar en el mundo que me rodea y otras que no. Por eso me sirve masticarlas no tanto con la cabeza y sí con algo más expresivo. También, cuando creás una ficción te das cuenta de qué partes estás exagerando o acomodando a tu relato.
Entonces en tu obra hay tintes autobiográficos…
Sí, claro. Me interesa que se transmitan las emociones, que se pueda leer como algo que genera tristeza, incomodidad, ansiedad, o cualquier sentimiento. Hay cosas que tienen base en lo autobiográfico porque me sirven para transmitir esas emociones. Me ayuda pensar en situaciones en las cuales yo me sentí de cierta manera y usarlas a mi favor en el guion.
¿Intentás traducir eso más visceral al registro gráfico de manera consciente o es algo que sale naturalmente?
Con Inframundo me pasó de las dos maneras. Hay cosas que otro lo lee de determinada forma pero que a mí me salieron accidentalmente. He planteado páginas que después resultaron distintas porque al pensar en esa situación que quería contar me daba cuenta de que algo más roto, más accidentado o más espontáneo, quedaba mejor. Lo que sí pensé más fue el tema del color.
¿Cómo fue volver a reencontrarte con estas cosas que te pasaron en el pasado mientras hacías Inframundo?
Las cosas sobre las que escribí pasaron hace mucho, así que me pude separar un poco de todo eso. Más que nada traté de ser fiel a las emociones que están ahí. Hoy no me siento como en ese momento y por eso a veces me da un poco de vergüenza lo que escribí, pero me sirvió para crear el personaje. También dibujar esto me afectó más que otras cosas que hice. No es lo mismo dibujar una naturaleza muerta que estar revolviendo la caca del pasado.
En el libro hay momentos desgarradores, pero también hilarantes. Es como una comedia súper dark…
Eso también es accidental; es la manera en que tiendo a lidiar con ciertas situaciones. Soy muy “bebé llorón” y a veces le pongo a las cosas una cuota de comedia porque de otra manera no las puedo procesar.
También se narran situaciones que tocan de cerca la experiencia cotidiana de feminidades y otras identidades. ¿Creés que es importante que estos temas sean tocados por los propios sujetos de esas problemáticas?
No lo pensé desde ese lugar. Esas situaciones surgen de momentos en los que yo me percibí así y es, como dije antes, una manera de poder procesar algo que no podía soltar con otro lenguaje. No viene por el lado de la militancia sino de algo más egoísta, de querer analizar algo de otra manera. Para mí es importante el lugar genuino a la hora de crear. No digo que algo que no sea genuino -entre muchas comillas- no tenga que existir, sino que no me llama la atención y no me parece interesante. Creo que uno puede escribir sobre lo que quiera y tampoco me parece que necesariamente tengas que haber pasado por algo para escribir una ficción sobre eso. Sí siento que muchas veces cuando alguien quiere hablar sobre algo que no termina de entender del todo, se nota. También hay muchas cosas que todes tenemos o teníamos naturalizadas hasta hace no mucho tiempo. Más bien me pregunto por qué eso me molesta justo en este momento cuando hace 5 años ni me lo cuestionaba.
Por varios años publicaste tiras en Internet o en formato fanzine, e Inframundo es tu primera novela gráfica. ¿Cómo fue experimentar con un género al que no estabas acostumbrada?
Caos, terror y ansiedad. Al principio traté de armar una estructura, pero no me salió. Tenía una pared llena de post-it con ideas de escenas pero después no me convencían del todo y aparecían otras cosas. El desafío fue tratar de cerrar una historia que no había planteado de principio a fin y que se iba armando mes a mes, porque se publicaba por capítulos. Me entregué un toque al caos y dije “ya fue, hagámoslo de la manera que salga. Total si la cago, ¿qué puede pasar?”.
¿Por qué Inframundo?
En el 2017 se habían dado algunas situaciones todas juntas. Estaba harta de laburar de arquitecta, en una relación tóxica y con ataques de pánico. La ansiedad fue algo que siempre estuvo latente, pero en ese momento llegó a un pico que nunca había experimentado. Eso de no poder levantarme, no poder comer o hacer cosas básicas. De despertarme y sentir que se me iba a salir el pecho por la boca. Un día, hablando con una amiga sobre esto, me dijo que el chabón con el que salía me iba a llevar al inframundo. Ese mismo año empecé a escribir y me pareció re acertado como título. En un principio iba a ser una historia sobre esa relación tóxica pero cuando lo retomé me pareció mucho más interesante darle una vuelta y usar las emociones en vez de contar toda mi historia personal.
¿De esas emociones surge el personaje del monstruo?
Es mi manera de ver la depresión y la ansiedad. Como algo que siempre está ahí, más o menos latente, y se va activando en ciertas situaciones. Tenía ganas de personificar esa oscuridad y describir el proceso de conocerla. En mi caso es algo que acompaña siempre, que no se va y no se va a ir nunca. Cuando la conocés te das cuenta de que no podés controlarla, pero sí atravesarla.
¿Hay algo en lo que te inspires para escribir o dibujar?
Me encantan esas series o películas sobre gente que se entrega por completo al caos y de eso tal vez no aprende nada, o sí, pero que no necesariamente tienen una moraleja. Crazy Ex-Girlfriend, Bojack Horseman, Fleabag o Ingrid Goes West son ejemplos. En Inframundo quería hablar de eso también, del lugar al error y a no estar intentando arreglarse todo el tiempo. A veces uno necesita existir y ya, con los errores que eso lleva, porque si no todo se vuelve muy agotador.