La nueva escena independiente del AMBA que surgió tras la pandemia fue una bocanada de aire fresco al circuito musical argentino. No solo por la ecléctica oferta de géneros y estilos que emergieron, sino también por la renovación estética, la mixtura con múltiples disciplinas, la autoenunciación performativa y una jugada puesta en cuerpo de lo político.
Estos tres proyectos son solo algunos de los muchos ejemplos de cómo se vinculan la música en vivo y la interdisciplina en el nuevo under de Buenos Aires.
Capricho, poesía y autogestión
La gestación de Capricho tiene como protagonista al germen de la interdisciplina. Ona Casal, cantante de la banda, es también integrante del colectivo de mujeres y disidencias llamado Mitosis. El grupo nació en 2019 como taller de escritura y encontró su hogar en el Espacio Cultural Moscú. Allí crearon tertulias de interdisciplina con fuerte base en los open mics de poesía, acción que prendió la chispa para que surgieran un ciclo múltiple, hoy ya instalado en el under, llamado Caída suave; dos ciclos de música -DIY y Bendito ruido-, y una banda: Capricho.
Entre zapadas, Ona y Feli Labalta con su guitarra improvisaban divertidas, profundas y sociales líneas de poesía. Fer Lamas, que no por casualidad andaba por allí, sumó su batería; llamaron a Nike Scarso para la trompeta y a Pipi Gambetta para el bajo, y se armó la banda. Detalle no menor, Pipi y Fer están a cargo hasta el momento de la gestión cultural dentro de Moscú, por lo que la participación del público, la acción colectiva, los borramientos de las jerarquías y roles, y el espíritu do it yourself, encarnan en Capricho las características propias de la escena misma.
La música de Capricho es de esencia rockera y lúdica. Spoken word, post punk, psicodelia y mucho rock son los hilos que atraviesan a la banda. Sus shows son explosivos y virtuosos, con una importante cuota de improvisación cuando la frontwoman, despojándose tema a tema de su ropa (generalmente prendas que fueron de hombres), relata lo que aparece en su mente, a la par que Feli puntea lo que aparece en sus dedos. También la espontaneidad surge cuando bajo y batería arman la base para que las mujeres y las disidencias de la sala, pasen al micrófono abierto de Ona. Todo eso en el medio de los estruendosos vientos y teclados de un siempre impecable Nike.
El Sofisma del Yo y las quimeras
El Sofisma del Yo es una banda compuesta por cinco integrantes: dos guitarras y dos voces, bajo, teclado y batería. A fuerza de shows en vivo, el grupo ha girado por innumerables lugares de Buenos Aires, agigantando su masa de seguidores que hasta hace poco tiempo podían solo conocer la música de ESDY en esa exclusiva clave.
El reconocimiento de la banda no solo pasa por la calidad de su sonido, que en clave de neo noise y dark wave hipnotizó con estridente crudeza a su público. La puesta en escena es un complemento que los acompaña desde sus inicios: instalaciones quiméricas, malabaristas, poetas, performers, zombies y harpías entre los presentes son algunas de las cosas con las que El Sofisma Del Yo sale a la noche del under. Así, en cada presentación los cuerpos son llevados lúdicamente a disolver la línea entre el artista, el mensaje y su audiencia.
El pasado Halloween, publicaron su primera canción, un single titulado “Salida” que refleja fielmente los vivos de la banda: un guitarrista que canta e indaga en los ruidos y sonidos más crujientes y suaves al mismo tiempo, el estilo salvaje y caprichoso de la cantante, un tecladista que oculta su rostro en todos los shows y abraza con sus melodías oscuras, una bajista vigorosa con tintes post punkeros y una batería pesada, intensa pero precisa y creativa.
Changüí es cosa seria
La performatividad requiere un fuerte grado de invención. Los inventos y ocurrencias de Changüí, sumados a un halo de misticismo, de ludismo y de incertidumbre en sus shows, la convierten en una banda digna de prestarle atención. Es que la cantidad de hechos bizarros que acumula el grupo es enorme: quema de libros, muertes en vivo, efemérides, chistes y mucha improvisación son parte de la vida de este grupo de amigos que toca desde 2018.
Los inicios de la banda sellaron a fuego lo que devendría en cinco años de trayectoria. La zapada es el motor de la banda, al punto que hasta hoy sus integrantes -Luxz, Benja, Matienso y León- intercambian los instrumentos en vivo, y si bien siempre arrancan posicionados de la misma manera, la formación alterna e inclusive invitan a gente random del tiempo a subirse al escenario. La mutabilidad también aparece en la variedad de géneros que tocan: desde shoegaze hasta pop, desde folklore hasta punk. En el medio, queman libros y performatean guiones, desde discursos filosóficos hasta algún tema de actualidad, actuado por quien se ponga al frente del micrófono. También cuentan chistes y efemérides de muertes famosas de esa semana.
Justamente la muerte es un tema para la banda ya que en octubre del 2020 un hombre murió mientras tocaban en vivo en el marco de un festival. Y no fue el único, ya que según cuenta León, cada vez que tocan una persona del público sufre el deceso de alguien cercano. Además de los mitos, la banda también es divertida y generosa. Con el dinero que les brinde Spotify al terminar de lanzar su álbum, le retribuirán a sus fans todo el cariño con nada más y menos que una masa enorme de caramelos. Hasta ahora, llevan juntados 30 dólares con un solo single titulado “Fea“.