Pasado, presente y futuro latente de la idiosincrasia musical en lo referido al Gran San Miguel de Tucumán y alrededores, están impregnados en las canciones de Alem. Presente en innumerables carteles, flyers y convocatorias, la banda de Vladimiro Dieguez y compañía viene rebotando hace poco más de una década en el subconsciente del genuino seguidor como también del vecino curioso. Con sus pasados discos, Intelligent Chabon (2009) y Santa Fe (2013), la banda condensó una lista de clásicos de ciudad chica que representa, más allá de lo concretado, un flagrante anhelo de gloria para quienes osan abocarse al cuarto arte en estas tierras poco fecundas. Ahora entonces, deciden dar un paso más por esa senda, quizás aguardando el éxito consagratorio, quizás por la mera necesidad compulsa de expresar su ambición a través de la música.
Tras un considerable periodo fuera de estudio, lapso propicio para una rotación de integrantes, abundantes escenarios propios y compartidos, desavenencias amorosas y composición catártica, entre otras cuestiones, Alem sacó a relucir un álbum colmado de temas pegadizos que se insinúan como venideros hits de la escena norteña, y porque no, de otras latitudes.
Grabado durante 2018 en las consolas maniobradas por Alejandro Simonetti de Namaste y la producción del mismísimo bajista Daniel Cejas, Tres es un paso hacia adelante en las intenciones de aggiornarse que parece conjugar el actual quinteto, recurriendo entonces a estructuras del pop, líricas en torno al amor como construcción esperanzadora, y una dosis de infaltables fragmentos sintetizados. Lo que se mantiene como impronta es la simpleza encantadora del formato canción en las composiciones de Vladimiro Dieguez, el uso prolijo y mesurado del lenguaje coloquial, y esa disposición al público de primera escucha.
“Pistas”, la elegida para inaugurar, asoma como el preámbulo de una apertura hacia lo inexplorado. Cortita y al pie, causalmente titulada, voz y synth forman un binomio minimalista. Ya en “Menester” el pulso se dispara hacia el sonido bailable que ha sabido ofrecer Alem. Para “Todo”, la fórmula remonta al riff guitarrero como conductor inicial y se construye en rededor siguiendo el ascendente estado del cantautor que va de la pena a la redención cuasi épica.
Entonces llega “Promesa”, una balada con ciertas reminiscencias a la música negra, que viene a ser la vedette de esta selección, con una línea vocal que de inmediato se adhiere a la memoria para ser reproducida en silbidos o simples tarareos. Unas intervenciones de saxo le dan la melosidad justa a esta oda al enamoramiento neurótico. El cierre lo pone “Los”, caballito de batalla liberado como corte de difusión, que funciona como compendio de lo aplicado durante el transcurso del disco. Atribuciones personales se vuelcan en lo dicho por Dieguez, quien suelta un mensaje final de triunfante unión.
Si bien se percibe un sonido algo indefinido, una intención en etapa de desarrollo, lo logrado en este tercer trabajo de estudio perpetúa un puñado de canciones de merecido cariño y se mete amigablemente entre los anaqueles de la aspiracional música tucumana independiente. Todavía algunos se preguntan: ¿Cuándo la va a pegar Alem?
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