Machine Girl no hace música para agradar. Lo suyo es una entrega total, una patada al pecho, una bomba sónica que no pide permiso para estallar. Desde que Matt Stephenson empezó el proyecto en 2012, y más tarde se unió Sean Kelly para potenciar los shows en vivo, el dúo estadounidense convirtió el caos en bandera. En sus discos hay riesgo, hay grito, hay desobediencia. Y ahí, en el temblor, en el glitch, en el golpe, Machine Girl se vuelve una anomalía que incomoda y fascina.
Su propuesta desarma las etiquetas. Puede empezar con una base de breakcore afiladísima, romperse en un rugido footwork y terminar en una atmósfera industrial digna de un videojuego viruseado. Las influencias son muchas, pero ninguna manda. Hay jungle, hay hardcore, hay gabber, hay drum and bass, hay acid techno y hay metal. Pero lo que queda es una sensación de exceso y libertad: no hacen canciones para playlists, hacen catarsis en forma de música.
Este dúo de Nueva York no viene a encajar en ningún molde: los derrite todos. Machine Girl toma el breakcore, lo prende fuego, le mete speed metal, le inyecta punk y después lo tira a 300 BPM contra tu sistema nervioso. Acá no hay estructura, ni calma, ni filtro. Es música pensada como ataque: física, rabiosa, sin disculpas.
Cada disco es un vómito de energía cruda. No se preocupan por caer bien: buscan cortarte el aire. Lo suyo suena como si Atari Teenage Riot hubiese tenido un hijo bastardo con Napalm Death después de una noche de ketamina. Y lo criaron en un sótano sin ventanas, a puro estrépito y anime sangriento. Machine Girl no es nostalgia ni revival: es presente podrido y futuro en llamas.
Matt Stephenson no busca respuestas definitivas en MG Ultra, el último disco de Machine Girl publicado en 2024. Lo que parece estar persiguiendo es otra cosa: un modo de atravesar la vorágine existencial. “Fue una acumulación de conceptos y energías —explica en conversación con Indie Hoy—, un intento de encontrar algo de sentido dentro de la locura de nuestra época, de navegar ese pantano de desinformación y ciclos de retroalimentación negativa que nos empujan todos los días los algoritmos impulsados por el capitalismo”.
Para Machine Girl, la distorsión no es solo estética, es ideológica. La música opera como un exorcismo de tensiones tecnológicas, sociales y espirituales. “Hay una especie de quiebre que está creciendo entre nosotros y también dentro de cada uno —dice Matt—. Tiene que ver con las tecnologías increíblemente poderosas que usamos todos los días sin pensar demasiado en sus consecuencias a largo plazo. Sobre todo cuando están en manos de actores maliciosos como las corporaciones o los gobiernos. Esto ya va más allá de la propaganda”.

Ese vértigo también se siente en los sonidos que eligen: no hay fórmulas ni lugar para la neutralidad. “Busco sonidos que te transporten, que te lleven a otro lugar. Evito los que suenan planos o comunes”: Así se explica la densidad que atraviesa su obra, marcada por influencias que van desde One Foot in the Rave de Shitmat hasta The Money Store de Death Grips. “Probablemente los discos del revival rave de fines de los 2000 —enumera Matt—. También Emerald Fantasy Tracks de Lone y Where Were You in ‘92 de Zomby”.
La identidad sonora se extiende al plano visual. Sus portadas, flyers y clips tienen la misma intensidad: pixelados agresivos, estética glitch, colores saturados, violencia psicodélica y dimensiones paralelas. Machine Girl se mueve como un enjambre de bits rabiosos. “La [película] The Machine Girl original de Japón, [la película] Ginger Snaps y [el videojuego] Jet Set Radio fueron una gran influencia tanto en mi música como en mi estética cuando era chico —enumera Matt—. Y al principio veía mucho anime cyberpunk como Ghost in the Shell”.
A más de una década del nacimiento del proyecto, Matt no idealiza los comienzos, pero los recuerda con precisión. “Yo considero que el verdadero debut fue WLFGRL —afirma—. Recuerdo que el sello con el que lo saqué, Dred Collective, publicó el disco mientras yo estaba visitando a un amigo en la universidad, y la verdad es que el día que salió no le di mucha bola”. Pero algo cambió esa misma noche. “Apareció una pequeña nota en un blog que ya no existe, Do Androids Dance?, y empecé a ver a muchas personas compartiéndolo en Facebook y Bandcamp. Ahí fue cuando supe que el proyecto Machine Girl tenía algo especial”.
Y si hay un título que condensa la actitud Machine Girl es Because I’m Young Arrogant and Hate Everything You Stand For, el álbum que publicaron en 2017. “Era un nombre que tenía guardado desde hacía años —confiesa Matt—. Para mí fue una especie de despedida de mi juventud (sí, tal vez un poco dramática) y al mismo tiempo un gesto insolente, un dedo medio al establishment y a todo lo que odio en el mundo”.
Ese movimiento constante también se refleja en su discografía. Entre el golpe fundacional de WLFGRL y la furia de Young Arrogant…, su álbum de 2015 titulado Gemini parece un bicho raro. “Sí, pero también es un álbum raro que me suena un poco desordenado, como que va para todos lados”, admite Matt. No reniega del disco, pero lo escucha con distancia: “Hay algunas canciones que me gustan mucho, pero definitivamente me sentí inseguro después de la salida y recepción de WLFGRL, así que Gemini es un disco un poco irregular para mí”. Un experimento necesario, tal vez, en el camino hacia el descontrol absoluto.
Ese descontrol, sin embargo, no nació solo del estudio. Hay un show en particular que dejó huella en su piel y en su práctica. “Dillinger Escape Plan en Webster Hall, en 2016 —dice Matt sin dudar, refiriéndose al show de la banda de mathcore que se convirtió en una suerte de epifanía—. Fue unos días antes de que saliéramos de gira por segunda vez, y fue lo más loco que vi en mi vida. Se suponía que era el último show en Nueva York en ese momento, así que la banda se volvió completamente loca. Ese show influyó muchísimo en mi estilo de performance en vivo”.
Y en sus shows en vivo, esa energía alcanza otro nivel: sudor, stage diving, pogo y ruido en estado puro. No importa si estás en un sótano o en un festival internacional: lo que ofrecen es una descarga brutal, física, que te arrastra como una avalancha. Los cuerpos saltan, chocan, gritan, se sueltan. Ahí también hay un manifiesto. “Nunca lo había pensado demasiado, pero tal vez sí. Creo que el hecho de que la gente se junte en un lugar real y se conecte físicamente es muy importante en un mundo que cada vez está más online y desconectado”.
Para Matt Stephenson, lo extremo no es solo cuestión de volumen o velocidad. Es forma de vida, es posición. “Puede ser ambas. Creo que una estética extrema puede leerse como un acto político”, dice, con la tranquilidad de quien tiene claro que el ruido no es solo efecto, sino causa. Machine Girl no está acá para ordenar el mundo: está para prenderle fuego.
Y si bien evita la prédica, el mensaje es claro. “Prefiero pensarlo como una forma de iluminar ciertos temas más que decirle a la gente qué hacer con ellos”, explica. No hay manual ni bandera, pero sí una pulsión que lo atraviesa: la de sacudir, incomodar, hacer visible lo que se esconde entre beats frenéticos y distorsión volcánica.
Ese fuego todavía arde. Su reciente show en Buenos Aires fue prueba viva de eso: caos, cuerpos lanzados al aire y desenfreno como lenguaje común. La noche la abrió el argentino K4, una presencia igual de incendiaria. “No lo había escuchado antes —admite Matt acerca del artista argentino—. Pero puedo decir que disfruté mucho su show y que fue una persona encantadora. Me encantaría compartir escenario con él de nuevo en algún momento”. Lo visceral reconoce a lo visceral.
Después de años de reventar parlantes y cabezas con cada lanzamiento, Machine Girl no se duerme en el estruendo. Hoy, el proyecto se encuentra en plena mutación. “Con la incorporación de nuestra nueva integrante, Lucy, estamos yendo más hacia un sonido de banda, aunque seguirá siendo muy electrónico y cyberpunk —cuenta Matt—. Estoy muy entusiasmado con el futuro de Machine Girl”. El monstruo crece, se ramifica, pero no pierde el filo. Machine Girl sigue corriendo hacia adelante. No hay destino claro, pero sí una certeza: lo próximo también va a explotar.
Escuchá a Machine Girl en plataformas (Bandcamp, Spotify, Tidal, Apple Music).