Es sabido que la escena musical global se encuentra sobresaturada de oferta hace bastante tiempo, sin que ello signifique una mayoría en términos de calidad. El punto de partida de esta compleja situación fue el momento en el que las plataformas de streaming y las redes sociales pasaron a ser vehículo principal de la industria mainstream. Ante un fotograma que se replica a nivel regional y global, es muy extraño (y extremadamente difícil) encontrar artistas que puedan impactar y conmover de manera genuina.
Oriunda de Punta Alta, Bahía Blanca, Julieta Aylén Ordorica, mejor conocida como Blair, dejó en claro desde sus primeros pasos que no había llegado para entregar un sonido superficial ni calcado de alguna de las tantas fórmulas gastadas que andan dando vueltas por ahí.
No, Blair eligió romper con los límites tradicionales de su época partiendo desde ese trampolín supersónico llamado “Al final del día”, una notable carta de presentación que la posicionó a sus 18 años en el centro de la renovación del underground nacional. Al día de hoy, esta canción la sigue representando a la perfección por su estética entre VHS noventosa y gótica, un sonido en constante mutación que cruza el trap clásico y el pop 3.0, un uso brillante del auto-tune para fundir la voz con sus emociones, un flow tan preciso como agradable y una lírica honesta y (muy) profunda.
Poco tiempo después del impacto que generó con aquel primer single, la bahiense demostró tener las cosas muy en claro. En una entrevista con Filo News, explicó que fue difícil decirle a su mamá que su prioridad después del secundario era la música. Se trató de una arriesgada apuesta apoyada en la confianza tanto de su capacidad de trabajo como de su talento, pero también fue una apuesta que sucedió en el momento justo. Con el auge definitivo del streaming como motor de la industria –en una de las pocas ventajas sólidas de este contexto– pudo quebrar el algoritmo a su favor y mostrar que el trap y el rap más crudos podían tener una contraparte más compleja.
En ese sentido, su sonido tiene influencias claras del rock alternativo, pero con el tiempo -y los singles “Empezar de cero”, “3 strikes” y “Tu ausencia”- comenzó a inclinarse más hacia el neo soul, el pop 3.0, el dream pop y el hip-pop post 2000s. Si bien en ese primer paso la idea de tener una banda ya no estaba en sus planes, hoy día está acompañada de una guitarra y una batería muy sólidas y versátiles que le permiten complejizar esa unidad entre lo analógico y lo digital que tanto sobrevuela en su propuesta. ¿Catalogar su sonido? Misión imposible. Y eso es una excelente noticia, porque no todos los días se puede ver con tanta nitidez un laboratorio sonoro que mezcle técnica y sentimiento de una forma tan original.
https://youtu.be/J9Fqpybvx8M
La performer dentro suyo puede ser rastreada desde sus tempranas exploraciones teatrales: Blair completa el círculo de cada una de sus canciones llevándolas en el cuerpo, logrando así una conexión muy genuina, intensa y poderosa con su público cada vez que se sube a un escenario. Lo visual y lo sonoro nunca están separados, ambos forman un todo que potencia cada canción y que la convierte en algo mucho más grande que un sonido pasajero. Se podría decir que es una experiencia hipnótica, algo que la conecta con artistas como Phoebe Bridgers (y su trío all-star Boygenius), Mitski, Lorde, Grimes y Florence + The Machine. Su perfil artístico se completa con una lírica honesta y sensible, impregnada de poesía y capaz de transmitir a la perfección cada uno de los sentimientos implicados en ella.
Ser hija de la generación de las redes sociales no es un dato menor a la hora de comprender el vínculo que logró establecer con sus (cada vez más) seguidores y seguidoras. Y la parábola es justamente la inversa a lo habitual: su crecimiento no se basa en la fórmula aplicada al algoritmo en la era del challenge, sino en utilizarlo como una herramienta para impulsar su música. A través de un trabajo de retroalimentación –basado en la interacción genuina con su comunidad–, pudo darle un tono aún mayor al sentido colectivo que rodea a cada una de sus canciones.
Oscilando entre la oscuridad y paisajes más luminosos, cuasi oníricos, Blair logró que su sonido (en continua mutación) se escape de todos los lineamientos clásicos y aburridos de una industria que necesita una renovación urgente. Su disco debut, Llorando en la fiesta (2022), profundizó el concepto y el viaje por completo: con una estética más definida en el cruce entre los setentas y los noventas, el álbum es un festival de texturas sedosas y contundentes a la vez que hace dialogar con sutileza al rock alternativo, con el dream, el synth y el space pop, así como con corrientes como la psicodelia y el post punk.
Canciones como “Otra noche en los ’70” -un ejercicio guitarrero nostálgico que entra hasta por los poros-, “Mi suerte” -una reinvención total de la balada romántica- y “Troya” -una espiral pesadillesca que va de la contemplación a la locura total- sirven como un panorama de todo lo que Blair está dispuesta a ofrecerle a un público que la estaba esperando (y necesitando) hace mucho tiempo. La rueda ya está girando: el terreno para seguir rompiendo y rehaciendo los límites estéticos y sonoros es amplio y Blair no está dispuesta a perder la oportunidad. Para hablar de revolución en el nuevo under argentino, hablemos de Blair.
Escuchá Llorando en la fiesta de Blair en plataformas de streaming (Spotify, Tidal, Apple Music).