Catalina Ammaturo está tiñendo la ciudad de Buenos Aires de violeta. “Frágil y oscura, sé que no es lo que esperabas”, entona en la primera canción de su disco debut, Chica violeta, sobre un piano melancólico y un riff explosivo de guitarra eléctrica que vaticina la fuerte impronta rockera del álbum. Lo cierto es que no muchas personas esperaban que una chica de Zona Sur pueda subir la frecuencia cardíaca del under porteño. Pero cuando Ammaturo sube al escenario y despliega su carisma, no es difícil entenderlo.
Quienes la conocían desde antes son sus seguidores más devotos, que la acompañan desde la época en que la artista manejaba un exitoso emprendimiento de ropa y pudieron ver de antemano el fenómeno natural que se acercaba. En las íntimas “Sesiones violetas“, varias de estas chicas se apretujaban en el estudio donde ella y su productor mano derecha, Mariano Sucar -también miembro del dúo Beruti-, encararon la producción del disco.
“Toda mi vida escribí sin pensar que lo iba a escuchar alguien”, cuenta en conversación con Indie Hoy. Todo cambió cuando vio cómo le arrancaba las lágrimas a ese grupo que la venía a ver solo a ella. En la carrera de un artista, esto significa un punto de inflexión. Desde entonces, Ammaturo perseguiría esa sensación por el resto de su vida: “No quiero nada más que hacer llorar a 20 personas”.
Chica violeta es la historia de cómo cambió su vida cuando conoció la ciudad y su noche repleta de música. Guitarras psicodélicas con tintes de Pink Floyd, baladas en el piano, influencias de jazz y ruidos de naturaleza se mezclan para conformar un universo que se balancea entre los extremos de la lisergia, el anhelo y la tristeza demoledora que puede sentir una mujer cuando crece y aprende sobre el amor y la pérdida. Para Catalina, estos son “los extremos que navega una chica que está saliendo de la adolescencia y entrando en la juventud, las emociones rojas y azules”. La mezcla es, por supuesto, violeta.
En “Culpa“, una balada de pop rock que evoca las melodías de Mazzy Star, la artista le dedica un mea culpa a su ex al verdadero estilo de “no sos vos, soy yo”. Fiel a su poética de femme fatale, le recuerda: “Nada ni nadie/ Me va poder sacar/ Mi manera/ De hacerte despertar”. “Estéreo” seduce con una melodía somnolienta que remite a Lana Del Rey, hasta que nos sacude con un crescendo de guitarras que culminan en una verdad incómoda: “Sé que está mal/ Pero nadie me lastima como yo”.
Más adelante en el disco, “19” bien podría ser un himno folk pop para todo aquel que le cueste el olvido: la artista la escribió todavía atravesada por la sensación de pérdida de su primer amor. Solo basta escucharla cantar “Sigo teniendo 19/ Sigue doliendo no ser yo/ Guárdame triste, no me dejes/ Hacerlo bien con 22”, para que la piel se erice. Casi hacia el final, “Zona de fumadores” dura lo que tarda fumarse un pucho y también logra conmover con la interpretación vocal de la cantante.
Aunque para ella “la tristeza sea más escuchable que la manía”, algunos de los momentos cumbre del disco son los que no tienen miedo de salpicarnos con su furia. En “Reverb (Vol. 01)“, descarga la frustración de sentirse incomprendida sobre una pista pegadiza de guitarras acompañadas de una percusión tan tenaz como sus palabras: “Me mancha la gente/ Cenan de mí sin leerme/ Y a mí nunca nadie me dio lo que quise/ Yo vivo atrapada en el reverb”. “Sirena” suena como un cataclismo emocional en donde la artista apenas sobrevive al naufragio de un desamor. Como las sirenas que embelesaban a los marineros con su canto para después devorarlos en el fondo del mar, las armonías celestiales del principio nos engañan. Al final, sobre un aluvión de guitarras eléctricas, Catalina advierte que se los está por comer a todos vivos.
A su autora le parecía importante que no todas sus canciones sean “sobre chabones”, pero aún así, tiene muy en claro lo que piensa en cuanto su relación con los chicos y la música: “Nadie me puede sacar de mi lugar de contar lo que vivo. Ellos sabían que era algo que venía conmigo, como una valijita”. Entre estas canciones encontramos una de las más vulnerables y despojadas del disco, “2:51“, que trata sobre cuando todo pesa tanto que casi ni se siente. Por otro lado, “Reverb Motel (Vol. 03)” es un tema con influencias de jazz rock en donde la artista se sincera más que nunca y empieza hablando de sus orígenes: “Mi papá no tuvo a nadie/ Mi mamá no tuvo nada/ Y yo que tengo todo/ No me gusta estar en casa”.
A pesar de todo, Ammaturo no queda atrapada para siempre “en su acústica de chica rota”. El mar da tregua, el río desemboca, la lava se seca y los jardines dan flor. Chica violeta es un disco debut hecho con mucho corazón que sorprende por su madurez y sensibilidad artística. “Fenómeno natural” y “Chica violeta” le dan un cierre esperanzador a ese viaje que la artista emprendió en su adolescencia, para darse cuenta que al final nunca perdió. Estas canciones podrían sonar en los créditos finales de una coming of age cualquiera, pero en el caso de Catalina Ammaturo, esto recién empieza.
Escuchá a Catalina Ammaturo en plataformas de streaming (Spotify, Tidal, Apple Music).