La ambición de Rina Sawayama es innegable. Hace tres años, con su EP debut Rina, demostraba un manejo envidiable de sus influencias que iban desde el rock alternativo con tintes electrónicos, al teen pop estándar de Britney Spears y el R&B plástico de Destiny’s Child. En esas ocho canciones, logró formar una identidad musical propia a través de la música que escuchaba en su infancia y una lírica resonante que lidiaba con las idas y vueltas de la comunicación digital. Una mezcla casi sin fallas entre lo antiguo y lo nuevo.
Ahora en su primer LP oficial titulado Sawayama, abre incluso más sus influencias musicales. Rina aquí hace sus propias versiones modernas de ideas y estilos populares al final de los 90 y principios de los 2000. Abre el disco queriendo sonar como Evanescence en “Dynasty”, y lo sigue con “XS”, producido por Kyle Shearer -productor de Carly Rae Jepsen– un tema abiertamente R&B hasta que entran las guitarras afiladas, que luego se repetirán en “STFU!”, cuyo groove podría haber sido interpretado por Limp Bizkit. Invoca a una joven Christina Aguilera en “Who’s Gonna Save U Now”, con su voz poderosa y un solo de guitarra. Pasa de jugar al house noventoso en “Comme des Garçons (Like the Boys)” a escribir un tema como “Paradisin’”, una canción que, según Rina, fue pensado como el tema de apertura para su propio show si su vida fuese un programa de televisión, y definitivamente suena como un tema escrito para una sitcom de Disney Channel de 2001.
Si se quiere escuchar algo más vintage, en “Love Me 4 Me” intenta hacer un tema de new jack swing, pero con suficientes arreglos modernos para que no quede demasiado fuera de tono. Y si se quiere escuchar algo que suene más reciente, “Bad Friend”, el tema que más suena como un hit en todo el disco, toma muy bien los clichés de la música electrónica de los Chainsmokers o Zedd, y los combina con una composición conmovedora. Más adelante aparece “Snakeskin”, un tema que gradualmente se convierte en una banda sonora para un videojuego, apilando sintetizadores y melodías juguetonas y salvajes.
Toda esta búsqueda musical está en servicio de Rina dejando de lado sus comentarios sobre el alcance de la tecnología para hacer una búsqueda de su propia identidad, atrapada entre su cultura inglesa y japonesa. Esta temática es nueva para ella, y tiene como intención poder abrirse para tratar de encontrar un lugar en donde no se sienta como una intrusa. Temas en el disco como “Akasaka Sad” y “Tokyo Love Hotel” demuestran esa temática, en donde no logra ubicar cómo manejar su doble herencia cultural, y trata de asimilar cómo su país natal, Japón, sea visto como un país exótico y no sea considerado por la riqueza que contiene. No es hasta el final del disco, en “Chosen Family”, en donde logra entender que su verdadero hogar es el que ella forme, con las personas que ella ame y los vínculos que decida formar, creando en ese proceso un himno para la comunidad queer que también busca un hogar propio.
Aunque no todo le logre salir bien, es admirable la cantidad de estilos musicales que Rina toma que han sido ignorados e incluso burlados por la crítica, y los trata con el respeto y la dedicación que se merecen, en un intento de tanto adaptarlos a la música pop de hoy en este mundo posmoderno donde las barreras de género se rompen, y de entender por qué y cómo funcionaban en sus tiempos. Rina trata de revivir esos sonidos sin ser derrotada por la nostalgia, y eso le da a ella mucho poder de resiliencia sonora, ya que está empeñada en entender qué vale la pena salvar.