“Las cosas claras”, ¿cuántas veces nos dijeron eso? Evidentemente lo suficiente para que ciertas personas se la tomaran demasiado en serio y pasaran de esconderse detrás de las palabras a comunicarse sin filtro. Entre la niñez y la adultez estaba esa etapa de la vida por la que queríamos atravesar todos: los veintes. Tanta publicidad y series tragicomedias de principios del siglo estafó a más de uno y por eso algunos optan por hablar de la cotidianidad con la crudeza y la irresponsabilidad de un adolescente rebelde. “¿Y por qué no?”, se preguntó Robot Zonda para encarar su más reciente álbum.
El primer tema es “Carne”, con un riff que jala las primeras cuerdas de una guitarra sustentada en la línea de bajo de Fede Robot. Un solo distorsionado raja la pentatónica con las notas más agudas alzadas en lo alto de un coro que pide “¡más carne!” Sigue “Andáte a la c*ncha de tu madre”, con versos de repudio y desahogo para exacerbar con libre albedrío el acumulo emocional de todo lo que nos trae abajo. “Pies de Bisonte” se avecina por la esquina y ya se siente el peso de los acordes cerrados dispuestos a abrirse solo al son de un coro afligido. La voz de Kiko se estira acompañado de las voces octavadas en coro que no pierde la esperanza lo dejan claro cantando “Felicidad empieza con fe”.
Alrededor de la mitad del disco suena “Frío suelo” con deslices en una guitarra acústica y el acompañamiento elongado de otra más sobre el ritmo de los platillos desperezados de Paky Robot. Se trata de un tema que habla desde la profundidad rencorosa del desamor con delicadeza un lánguido tono juvenil. Más adelante suena “A pasear”, para recordar ese proceso entre negación, confusión, y aceptación al momento de cruzarnos con un nuevo flechazo. Cupido se nos burla mientras el riff escalonado progresa mientras cruzamos tiempo junto con ese amor nuevo y fantasioso.
Acercados al final empiezan los aires de rock clásico y pinceladas de glam mientras suena “Salto del camino” El par de guitarras armoniosas corriendo el verso entre acordes distorsionados y mutados se perforan por los agudos y veloces ondulados del wa-wa sobre la pentatónica. Por último hay que destacar “Llama tu amiga”, que irrumpe la escena entre las cuerdas y una batería sincronizadas con aires de rock de los sesentas. Pero ojo con el quiebre que reviste con el solo con pedal más bien ochentero de Javi Robot.
Aunque la rebeldía se presente dura, tiene un lado cursi y tierno más bien típico del que se adueñó el pop rock con el tiempo. El amor, complicado como lo ha sido siempre, presenta en nuestra generación una cantidad de bemoles solo comprensibles en lo ficcional de la cotidianidad. Robot Zonda presenta una oda a la confusión espléndida de vacilaciones juveniles. Atraviesa el amor, el deseo, e insiste en el libertinaje feroz y agresivo pero con un beso bien lengüeteado.