Mariano Gallardo Pahlen es un compositor montevideano de una familia con larga tradición musical. Vive frente al Río de la Plata, en el barrio Parque Rodó. Los sueños de los otros es su disco debut, diez canciones compuestas y producidas por él en las que grabó casi todos los instrumentos. A la hora de componer el disco, Gallardo acudió al principio artístico de la buena manufactura, trabajando exhaustivamente en cada parte, arreglo, estribillo y melodía para procurar lograr el sonido deseado. Así logró el refinamiento que está presente en cada una de sus canciones, dotadas de diversos instrumentos, percusiones sutiles con texturas claras y voces profundas.
Los sueños de los otros comienza con “Las mañanas”, una neo sinfonía pop que deviene en “Lluvia”, uno de sus cortes de difusión y una pieza melancólica, en la cual el mellotron brilla en su presencia, así como las flautas dulces y arpegios brillantes que dan reminiscencias a un mundo mágico.
Quien escucha la música de Gallardo se va a encontrar con una obra cálida, de una belleza sutil y profunda. Podría tratarse de un disco de 1970 o del año 2050, hay una dimensión atemporal a lo largo del álbum que incorpora elementos del mundo de la música clásica y la canción pop. Gallardo afirma que esta música está hecha para ser escuchada por un público grande de diferentes horizontes culturales. “Es un antigóndolas de supermercados,” señala al justificar la dificultad en definir la variedad de estilos encontrados en su disco.
¿Cómo fue el proceso de composición y grabación del disco?
En el momento que decidí grabar este álbum configuré mi vida para dedicarme de lleno a esto. Cambié de trabajo y cambié mis hábitos. Uno de esos hábitos fue el de quedarme muchas horas del día grabando en mi casa. Así grabé y compuse el disco entero. Después pasé al estudio, donde a lo largo de varios meses fui grabando capa por capa sobre lo que había hecho en mi casa. Cinco canciones ya estaban compuestas o empezadas y cinco aparecieron mientras grababa las primeras. Si se divide el disco en cara A y cara B, las primeras cinco son el conjunto de canciones que ya estaban compuestas y las segundas cinco son la que aparecieron durante el proceso. Fue un proceso largo y transformador. Largo, porque me tomé el tiempo de quedar satisfecho con cada etapa de la grabación. Y cuando digo satisfecho, al final del día, no tiene que ver con el resultado. El resultado se desprende de la ecuación final porque con lo que quedás satisfecho es con haber dado lo que podías, de la mejor forma. Y si algo no salió como esperabas, podés tomarlo como algo de lo que aprender. Creo que es una de las cosas más lindas que tiene sumergirse de lleno en algo. Es algo que si lo hacés de determinada manera -en este caso la grabación de un disco- te transforma. Está también lleno de momentos de incertidumbre, en los que no sabés bien qué estás haciendo. Pero seguís adelante, porque sabes que eso es lo único que no podés soltar para llegar a terminarlo. No creo que la vida sea esto o aquello, pero sí me vive demostrando que es pura novedad.
En el disco aparecen elementos de universos distintos, como pianos, arreglos de arpa, guitarras españolas y eléctricas, percusiones del mundo de la bossa nova. ¿Cómo hiciste para consignar tantos elementos?
Es que no los veo como de universos distintos. Entiendo el sentido de la pregunta, pero todos esos elementos conforman un universo. Vienen de la música que escucho y de la que escuché. Conviven en mí desde hace mucho tiempo porque desde muy chico empecé una investigación propia en el mundo de la música. Se produce la síntesis de todo eso como un proceso natural, no es consciente ni lo tengo codificado. Escucho diferentes tipos de música y después escucho esos instrumentos o esas texturas en mi cabeza y empiezo a probarlas en las composiciones. Muchas veces no funcionan, pero otras sí. También hay una cuestión práctica, de probar con los instrumentos que tengo cerca en el momento que estoy componiendo y otra de experimentación, como escribir para vientos o cuerdas que es algo que nunca había hecho. Por otro lado, me gusta y me interesa la variedad. Por eso traté de darle un carácter particular a cada canción y así poder explorar qué había adentro de cada una.
¿Cómo influyó tu familia en tu música?
Es fundamental. Pero no diría que solo en torno a la música, sino a las artes en general. Podría escribir horas sobre lo que me significa la música con cada uno. En la casa de mis padres no solo se escuchaba y se escucha mucha música, sino que también muy variada, de ahí surge también la mezcla de universos que convergen en uno. Mi bisabuelo era de Viena y era pianista; mi abuelo, también vienés, se dedicó toda su vida a la música en diferentes áreas; mi hermano es pianista. Con mi padre compartimos la actividad de escuchar música desde que tengo memoria. Con mi madre también y muy relacionado al movimiento, a la danza. Con mi primo comparto mucho el presente de la música, él me dio tremenda mano con el disco también. La música es algo que nos une, como un tema en común.
¿Por qué el álbum se llama Los sueños de los otros?
Se llama así porque me parece una frase que en su arquitectura o estructura es lo suficientemente abierta como para que alguien pueda meterse a hacer su propio camino ahí adentro y ver qué le resuena de eso. Yo tengo mi propio recorrido dentro de este concepto y algo de eso está en la letra de la canción que lleva el mismo nombre.
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