Milagros Majo es una joven artista y cantautora argentina que está presentando su LP debut Manos de Cielo. Un disco en formato canción, con una mezcla de varios estilos y raíces: rítmicas africanas, estilos centroamericanos, sonidos litoraleños y un estilo pop, folk entre otros.
Como influencias están muy presentes Violeta Parra, desde las rítmicas y fraseos. Hayao Miyazaki (director de la película animada Chihiro) en la mezcla de fantasía y realidad, también Michel Gondry, Xul Solar, Hundertwasser, músicos como Toumaní Diabate, Tinariween, los Beach Boys, Tom Zé, Eduardo Mateo, Cecilia Todd, Juana Molina, entre muchas otras inspiraciones.
La música siempre estuvo presente en su vida y su principal acercamiento fue a partir de las rítmicas del noroeste africano. Incursionó varios años en estos sonidos asistiendo a talleres de Santiago Michael abarcando la música desde la percusión, con distintos tipos de tambores, balafones, marimbas, e instrumentos de cuerdas como el N’goni. Y algunos dejes de ritmos hindúes también.
Hace dos año se fue dos meses a convivir y estudiar más sobre estos ritmos a África, (Burkina Fasso y Ghana). Desde allí tuvo enriquecedoras experiencias, entendiendo y relacionándose con la música desde un lugar mucho más cotidiano, acompañando en los distintos rituales autóctonos, la música como relatora de la historia misma, traductora y unificadora de un lenguaje universal, donde todos somos lo mismo.
El año pasado decidió hacer una recopilación de todo su material musical, juntándose con varios músicos y produjo sus temas con el objetivo de generar un disco. Un disco que cuente un relato, un proceso de transformación, con la mística de dejar una piel para hacerse de otra.
Milagros Majó viene del mundo de las artes visuales. Llegó al mundo textil por accidente, cuando pintaba en vez de líneas de pintura, veía hilos y lanas, entonces empezó a dibujar con ellos en el espacio, y así comenzó a hacer instalaciones. Generaba lugares específicos, lugares de gestación, que te invitaban a conectar con un mundo interno, más sensitivo y perceptivo. Al introducirse en ellos uno comenzaba a vivenciar ciertas experiencias sensoriales, desde el tacto, los sonidos, la vista, y la sensación de gravedad.