Grabado entre marzo y julio de 2016 en los estudios Sir Studios New York, La Diosa Salvaje (Buenos Aires), Espejo de Agua (Mendoza), Fader Records (Mendoza) y Reloj de Arena (Mendoza), finalmente podemos escuchar el nuevo disco de Vinderman.
Con semejante apellido bien podría ser un superhéroe de comic, participar en el cine como uno de los vengadores, pero no. Vinderman es un publicista y músico catamarqueño que hace un tiempo largo adoptó Mendoza como su segundo hogar al punto que hoy es un mendocino más.
Alma wasabi es su cuarto disco compuesto por ocho canciones simples sin pretensiones, sonidos zen que terminan sumergiéndonos en un viaje armónico espiritual sonoro. Convocó a un seleccionado de lujo para la tarea: Víctor Silione, Pablo Cafici (piano) Lucca Beguerie (batería), “Pulpo” Montalto (voces y synthes), Javier Guajardo (bajo), Pablo Quiroga (percusión), Leila Cherro (cello) y la participación especial de Mariana Päraway (arpa y voz en “Colibrí“).
“Real” da el punta pie inicial, una bellísima letra sobre una melodía hipnótica que va de menor a mayor. “Alma que nunca descansará se escapará una y mil veces más”, canta en una parte. Le siguen “Rayo” y “Noche“, dos canciones maravillosas. “Mar”, que indefectiblemente nos trae a le memoria “El Témpano” de Juan Carlos Baglietto. “Esgrima de la contradicción vital” es un instrumental ideal para la meditación, o simplemente dejarse llevar por la música. “Alma wasabi” y “13 cielos” dos canciones ideales para escucharlas en la ruta viajando. Lo mejor se dejó para el final: “Colibrí“, junto a Mariana Päraway, con quien conforman un dueto maravilloso.
El disco se distribuye en todas las plataformas y también se vende en físico con la particularidad de que es acompañado con un libro de 32 páginas con textos, ilustraciones y fotografías de varios artistas, entre ellos Martin Cristal y Andrés Casciani. Vale la pena tener el físico: es una obra de colección tanto el libro como el CD. Al escucharlo solo queda decir una sola cosa: no se puede ser más simple, imposible resistirse a tanta belleza minimalista.