Las paredes blancas de la casa de Daniela Alejandra González Mella están decoradas con cuadros policromáticos que transmiten paz. El humo de lo que parece ser un sahumerio se pasea por delante y por detrás de su persona mientras habla. Una frase se hace eco en el ambiente: “El mundo sería mucho más maravilloso si uno pudiera llorar cuando tiene ganas de llorar, donde sea que a uno le den ganas, decir lo que quiere decir”. Y es que para la artista detrás del proyecto Dulce y Agraz, lo único que deberíamos frenar es la violencia, que es transgredir el espacio del otro o el límite del otro. Fue esta forma de pensar la que le llevó en 2018 a publicar Trino, su primer disco, donde buscó romper con el pudor del ser humano y expresar sus sentimientos con canciones pop. Desde esa perspectiva, siente que exponer los lugares vulnerables es algo que le hace sentir libre.
La compositora y cantautora chilena nació el 19 de agosto de 1998 en Concepción. Al poco tiempo se fue a vivir a Maipú, donde residió hasta los 9 años, cuando tuvo que volver a su ciudad natal. La música fue un nutriente importante desde niña, hasta tal punto en que sus padres se conocieron formando parte del grupo folclórico Chilhué, en el cual él bailaba y ella tocaba. Con una sonrisa disimulada, como si alguna canción le estuviese recorriendo la memoria, exclama: “¡Yo creo que todo el círculo de mis papás fue super influyente!”.
Fue su madre quien siempre le decía que “la vida es de dulce y agraz”, complementando de esta manera la melancolía con la dulzura. Es a partir de esa frase que eligió el nombre de su proyecto solista, un seudónimo que le permite abarcar un mundo mucho más amplio que el de la música, donde además confluyen otras disciplinas como la poesía y las artes escénicas. Y es que de eso se trata, de un mundo, el de Daniela, donde incluso los opuestos se integran.
Su EP debut llegó en 2015, un disco homónimo de canciones sostenidas por su piano. En una canción que se distingue entre las demás, “Me reparto en ti”, parece haber una influencia de la artista estadounidense Vanessa Carlton, y si bien Daniela no estaba familiarizada con su trabajo, recuerda que ella “también escuchaba a una cantante que tocaba el piano y que en algún momento había estudiado ballet”. Sí en cambio reconoce las influencias de artistas como Julieta Venegas, Coeur de Pirate, Fiona Apple y Regina Spektor en este primer disco.
Una de las temáticas más recurrente en sus composiciones es el amor, por lo que se podría catalogar a su proyecto como baladista o romántico. Sin embargo, la cantautora va más allá de esa idea imponiendo un lado “más oscuro”, donde trata otros tópicos como la muerte y la trascendencia a través del dolor. De hecho, en 2020 estrenó el segundo EP La piel, en el que exploró un sonido más electrónico y abordó las distintas maneras de amar cuestionando al amor romántico. Dedicó ese EP a quienes no son hombres cis y a aquellos que buscan vivir un amor “más desapegado”. Para Daniela, el gran desafío que tenemos como humanidad es encontrar nuestro modo de amar de acuerdo al tiempo en el que vivimos y a la personalidad que tenemos. “Eso es complicado porque vivimos en un sistema que nos condiciona mucho -agrega-. ¡Nos condiciona incluso un impulso tan natural e incontrolable como el amor!”.
En 2021, comenzó a estudiar teatro, algo que le llevó a mejorar su puesta en escena con respecto a lo dramático. Al mismo tiempo estrenó Vida mía, un álbum de corta duración donde profundizó sobre la lucha del movimiento LGTBIQ. Así mismo, se introdujo en sonidos latinoamericanos casi desconocidos para ella como el bolero, que es la columna vertebral del disco, la cumbia y la bachata. La canción “Canto que amabas”, incluye un poema de Gabriela Mistral que fue musicalizado originalmente por el conjunto folclórico Cuncumén en su disco Canto al agua (2002). Daniela recuerda tener el cassette de niña, lo colocaba en el equipo de música de su casa, esperaba a que suene esta canción y cuando llegaba al final lo rebobinaba para volver a escucharla. Más tarde se sentiría identificada con Mistral ya que ella también cuestionaba la monotonía en el amor y se volvió un referente lésbico.
Otra de las artistas en las que se inspiró para componer este último material fue la mexicana Chavela Vargas y su vida, captada en el documental Chavela de Netflix. Para Daniela, fue una mujer “muy intensa” y apasionada que le devolvió las ganas de reivindicar al amor romántico. “Vargas se permitía sufrir y se daba el tiempo de respirar en cada interpretación”, agrega. Entre 2020 y 2021, Dulce también escuchó reiteradamente la música de La Chamana, por lo que creó la canción “Quiero que seas tú”. Luego se la envió a Sebastián Aracena, guitarrista y productor de Mon Laferte, quien decidió producir el tema y le dijo: “¡Ah! ¡Estás haciendo un bolero!”. Este músico logró darle un sonido fidedigno y particular que, según ella, “tiene que ver con la organicidad de los instrumentos”.
Desde la autogestión, esta cantautora se abre camino a pasos agigantados en la música de América Latina. Una muestra de esto es su participación en “Tren al Sur“, el homenaje de 2020 a Los Prisioneros por los 30 años de su disco Corazones junto a artistas de la talla de Miranda!, Javiera Mena, Pedropiedra y Francisco Victoria, entre otros. Para este año tiene planeado presentarse en el festival Perú Central, estrenar una sesión de estudio homenaje a Jeanette y en agosto publicar un nuevo disco.
Escuchá a Dulce y Agraz en plataformas de streaming (Spotify, Apple Music).