“Cuando alguien no sabe hacia dónde se dirige, cualquier camino le sirve” reflexionaba George Harrison en su disco Brainwahsed, publicado póstumamente en 2002. Es muy fácil para un artista comulgar con el espíritu de esa filosofía, con la libertad absoluta que pone en pie. Y esa visión del mundo es la que define las canciones ofrecidas por Gus Cazard en Viaje A Ningún Lugar, punto de partida del periplo solista del cantante y compositor uruguayo.
El álbum reúne diez temas que dimanan de la música británica de los años noventa, y no necesariamente de la que invadía las radios – el comienzo mismo con “Ana” recuerda placenteramente a “Sibella” de Richard Thompson, y explicita la clase de brújula que da norte a las composiciones.
Además de ser un músico experimentado, Cazard es un apasionado de las artes visuales (especialmente el cine), y eso le permite operar los símbolos y las tramas con destreza. Sabe tomar los ingredientes del entretenimiento, y combinarlos con los de la reflexión sin realizar concesiones.
Este contexto (que de por sí ya es interesante) se ve realzado por la adición del criterioso Max Capote en un papel dual de productor e instrumentista. Y Capote no solo aporta pianos, secuencias y bajos, sino que también canta a dúo con Cazard en la canción titular, derivando en unos de los mejores planteos de todo el disco.
EPK de “Viaje A Ningún Lugar”:
El viaje quizá no tenga un destino prefijado , pero se busca transitar todas las emociones posibles, y hegemonizarlas por más negativas que sean – la deslealtad que abre “La Fruta Peligrosa”, la inadecuación absurda de “Perder”, la inquietud que atraviesa “Día Perfecto” y la torsión del deseo en “Dulces Palabras” – otro dueto, esta vez con la joven cantautora Emma Ralph, donde la eficacia narrativa que se mencionaba antes es especialmente nítida.
Huelga decir que el disco también recorre sentimientos más luminosos, destacándose las observaciones sobre la propia paternidad del autor (“Regalo”) que terminan funcionando como reflexiones sobre el valor y necesidad de la creación artística en sí misma.
Muchas veces, las primeras obras de músicos que llevan años tocando en vivo en otras formaciones y contextos (como Cazard) se presentan desparejas. Eso es la consecuencia de querer ofrecer un resumen demasiado abarcador de las experiencias vividas hasta ese punto, sin entender que no todas son funcionales a una canción en modo solista. Viaje A Ningún Lugar no adolece de ese defecto.
Será porque quizá el autor logró entender que muchas veces no podemos decir “tendamos un puente, y encontrémonos a medio camino”. Pero lo que siempre se puede hacer es emprender el viaje con esa ilusión que él mismo señala en “Regalo”, esa anhelo de “ir donde me lleven tus pasos/soñaré que nadamos el rio en la noche estrellada”.
Y entonces, resignarnos a la única felicidad que debiera importarnos al crear: la de permitir que la magia nos lleve.
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