¿Post punk en el 2019? Sí, a veces para encarar el futuro hace falta retroceder para empujar el salto. Drahla es un trío corrosivo de Leeds, que con un par de sinlges y EPs bajo el brazo logró ganarse el corazón de Robert Smith y voltear cabezas en los headquarters de Captured Tracks. No solo fueron invitados a Meltdown, el festival curado por el líder de The Cure, sino que también tuvieron la ardua tarea de encabezar el line-up con el que Captured Tracks celebró una década de crear discos adorados mundialmente. En medio de esta agitación y la ambiciosa tarea de ser fieles a la explosividad de sus imponentes presentaciones en vivo, Luciel Brown, Rob Riggs y el baterista Mike Ainsley grabaron su disco debut titulado Useless Coordinates, en menos de 10 días. Así se presentaron al mundo, los nuevos protegidos de Captured Tracks.
¿Qué tiene el sonido de Drahla que sirve para representar los esfuerzos de superación de un sello que lo hizo todo? Contundencia. Su expresividad grita urgencia, su objetivo es inherentemente inalcanzable: practicar la búsqueda, dominar un estado de constante insatisfacción. Esta principal virtud se aloja en los momentos de impredecibilidad, explotar el cambio para entender que sin balance no existe el confort. Armonías, a menudo sin sentido desde un punto de vista teórico, invitan a desafiar el status quo musical que celebran las expresiones musicales contemporáneas. Entre cortes abrasivos y rasguidos guturales sobresale la preminencia de un bajo estridente que se rehúsa a limitarse a una función rítmica, se erige la voz de frontwoman Luciel Brown, simil Kim Gordon, denunciando violencia en términos de ideología y sirviéndose de la pomposidad de un saxo que podría pregonar el fin del mundo (cortesía del amigo de la banda Chris Duffin de XAM Duo).
En el medio se critica el presente, se obvia el pasado y se empuja hacia el futuro. Por eso los Drahla inspiran progreso, porque cuando el presente parece estancado y mirar al pasado no se debería tornar costumbre. Bandas como Drahla te dan el optimismo para pensar en un futuro diferente. Brown tiene al egipcio antiguo en la palma de su mano (“Pyramid Estate”), se nutre de la energía milenaria para sumar peldaños en su propia dirección. Y en el ínterin, no pide disculpas por buscar serenidad en el constante caos que es vivir (“Serenity”) ni en desechar determinismos societales para buscar coordenadas propias (“Stimulus for Living”). Con movimientos ascendentes de cabeza (“Twelve Dividions of the Day”) se nos invita a reaccionar contra lo que tomamos por sentado y pedir un poco más. Ante la confusión, seguir la estridencia, una buena banda con ambiciones y hambre de experimentación es seguramente una de las tantas cosas que necesitamos para escaparle a la indiferencia.
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