Descubiertos en 2012 por Milk! Records, la discográfica perteneciente a la artista Courtney Barnett, The Finks se volvió una de las bandas más representativas del sello y del sonido que lleva como bandera: un rock alternativo encaminado al lo-fi y un exhaustivo cuidado por los detalles. Aunque ya cuentan con cinco discos de estudio desde que comenzaron su andadura, a día de hoy estos australianos siguen en la lucha por hacerse un hueco en el mercado de la música independiente.
The Finks nace como producto de la gestión de su líder Oliver Mestitz, con una producción totalmente casera desde la habitación de su casa en Melbourne. Este multi-instrumentalista es quien lleva a cabo todo el proceso de creación de los temas de la banda, desde las composiciones hasta los arreglos, lo que le da el carácter intimista que podemos oír en su sonido.
Desde su primer EP, The Finks mantiene un sonido lo-fi sosegado, simplista y orgánico, en el que predominan las melodías acústicas y los riffs pintados en relieve con suma delicadeza. Logran equilibrar sus influencias folk a la americana, al más puro estilo Kurt Vile, con baladas melancólicas. Sobre esta estructura se escucha a Mestitz, una voz que parece llorar y arrastrarse hacia una calma paciente que perseguir.
Sin embargo, los australianos son más que sentimientos apagados y melancólicos. Su segundo disco At The Royal Whiterspoon se erige más por una estética ochentosa de baladas cálidas que suenan en una calurosa tarde de verano de paseo en un Cadillac bajo el foco de alguna cámara analógica, algo así como el “sueño americano” para un joven romántico.
Sus últimos dos trabajos de estudio, Rolly Nice y Middling, que cuentan con la tendencia de la última década a los punteos y los acordes suspendidos, colgados de un reverb característico en el new wave actual. Bajo todas estas referencias y, sobre todo, bajo el criterio de la gran Courtney Barnett, The Finks goza de algo especial en su manera de trabajar, y ha cautivado las criticas de un numeroso público.