En estos días son contados los artistas que tienen la capacidad de producir más de un disco en un año y el caso de Tomi Porcelli es una de esas excepciones a la regla. Durante 2018 el músico porteño publicó sus primeros dos discos como solista, posteriores a su trabajo junto a su primera banda Quango.
El primero de los trabajos, denominado Cada vez que volvía del lago (I), se estrenó en julio de 2018 y dio inicio a una serie de cuatro discos que representan cada uno de los elementos (agua, fuego, tierra, aire), condicionando así la toma de decisiones estéticas de cada uno. El formato elegido para estos lanzamientos es el de “microdisco”, una idea que viene dando vueltas hace algunos años con trabajos discográficos de menor duración al estándar (promediando unos 10 minutos) pero manteniendo un número típico de canciones, situación que le nubla un poco el panorama a quienes quieran encasillarlo en la dicotomía EP/disco. CVQVDL presenta siete canciones en menos de 12 minutos con la participación de músicos como Saint-Andreu, Marina Verduci y Damián Graffigna, y es el resultado de un proceso que su compositor imaginó como un trabajo “de pocos meses, pero desde el primer rec de metrónomo hasta el último trazo del arte de tapa virtual pasó más de un año”. Las canciones que hacen a esta placa tienen una pregnancia de melancolía fuerte. Porcelli le canta a la reinvención de uno mismo luego de perderse en los ojos de otrx, al olvido y a la disgregación de las partes.
Su segundo trabajo, Ir, vio la luz en diciembre con el eje conceptual puesto en las distintas maneras de imaginar qué viene después de la muerte. Una de las más notables diferencias entre ambos discos es la instrumentación: el primero presenta un aura intimista, centrándose en Porcelli como guitarrista, pianista y cantante, mientras que el más reciente se arriesga al formato banda, completado por Clara Lambertucci (bajo), Matías Méndez (batería) -quienes también lo acompañan en la banda De Menta- y Dustin Marin (guitarra). Además, Porcelli fue (parcialmente) el encargado de grabar y mezclar CVQVDL en su propia habitación algunas partes y junto a Larry Lera en Estudios Yapeyú otras; mientras que Ir fue grabado por Federico Nicolao en Eleven Palace Studio, y mezclado y masterizado por Pablo Bursztyn en El Monasterio.
Si bien el factor común entre ambos discos es su cantidad de tracks y la duración reducida, lo más destacable tiene que ver con el contraste entre ambos: CVQVDL se desnuda, no solo por mostrarse transparente e íntimo, sino que se despoja de sus instrumentos tema a tema, languideciendo un poco más en cada momento como el agua entre las manos. Su sucesor, en cambio, se aleja del mood solitario de habitación y forja una identidad completamente diferente a partir de la grabación en vivo en formato guitarra-bajo-batería, lo cual aporta un cambio drástico en la energía que atraviesa a los temas. Por otro lado, las composiciones parten de un lugar menos melancólico, celebrando la vida y la muerte desde distintos puntos de vista, concibiéndolas como parte de un mismo proceso. La decisión de haber grabado en vivo con la formación mencionada pone a estos temas en un plano mucho más terrenal por lo sólido de las bases que, a su vez, conviven perfectamente con los pasajes instrumentales más abstractos, dando así lugar a estructuras más complejas.