Flavia Marsano tiene el talento de encontrarle sentido a la vida en sus momentos de mayor vulnerabilidad. Las canciones de su álbum debut, Contratiempo –construidas sobre precisas y crujientes cajas de ritmo, analgésicos acordes en el sintetizador, una voz de dulzura arrolladora y un eventual acorde pulsado en la guitarra eléctrica–, traslucen una personalidad candorosa, férvida, incluso ilusa en su idealización del amor, y aunque la cantante corre el riesgo de ser arrastrada por la decepción y el tedio, siempre se las arregla para permanecer de pie en un torbellino de deseo, ingenuidad e indecisión, como una adolescente aferrada a una sensación arrebatadora, fugaz, extraordinaria.
El disco, escrito por la propia Marsano y producido por el peruano José Luis Alcalde y el español Alex Vidal, fue grabado durante un periodo especialmente volátil en la vida de la cantante. “Coincidió con una época en la que me había mudado de Lima a Madrid y estaba pasando por muchas experiencias, aprendiendo y probando cosas nuevas -relata Marsano en conversación con Indie Hoy-. Por eso lo veo como un disco de ‘coming of age’, en la línea de películas como Booksmart o Lady Bird, donde la protagonista pasa de ser niña a ser más adulta. Las canciones reflejan ese tránsito y las emociones que puedes tener mientras vas creciendo; emociones que normalmente no se dicen porque son consideradas negativas, como la obsesión, la indecisión y la idealización de las cosas”.
Esta temática de autodescubrimiento y aprendizaje, de crecimiento y maduración, se desarrolla a lo largo de todo el disco en románticas baladas de synth pop y propulsivas canciones de rock. Entre las primeras destaca “Me muero”, una canción donde la evocativa voz de Marsano flota sobre un tapiz de sintetizadores que se van multiplicando entre símiles que comparan su mundo interior con paisajes y fenómenos de la naturaleza. De pronto, como un relámpago abriendo el cielo, una guitarra distorsionada –deudora tanto del Brian Eno de Here Come the Warm Jets como de los fundadores del indie peruano, Electro-Z– irrumpe y eleva la intensidad de la canción, mientras, bajo dulces gotas de fuzz, Marsano canta: “en el cielo/ Busco estrellas/ Y no las encuentro/ Recordando el camino/ Yo no te supero”.
Por su parte, las canciones más rockeras traen un mundo de acción. En ellas encontramos a Marsano viajando a la playa, corriendo maratones, conduciendo un automóvil con la radio a todo volumen, luego chocándolo y pintándolo de nuevo para ocultar el incidente. Este es el episodio que se describe en “Guinda”, uno de los temas más logrados del disco. En su primera estrofa –construida sobre los acordes de un sinte y una caja de ritmo en baja fidelidad– nos encontramos dentro del vehículo: “Sin una clara dirección/ En el guinda estábamos tú y yo/con ninguna preocupación”. De pronto, los instrumentos carraspean, aclaran sus voces y pasan a primer plano, añadiéndole veracidad a lo que acaba de ocurrir en la canción. La voz de Marsano, aún somnolienta y distraída, relata: “Choques por alrededor/ Pintura fresca y se arregló/ El caos que ayer se sucedió”. A continuación, el coro –uno de los mejores del indie rock peruano, punto– trae color, melodía e intensidad a la canción: “Dime qué fue lo que pasó/ El volumen de la radio subió sin control y sonaba/ Sonaba una canción/ Que no había escuchado desde hace un montón”. El momento es sublime y Marsano lo resuelve tarareando, como se hace en las grandes canciones de pop.
Hay un vibrante y conmovedor vaivén emocional en el tono general de Contratiempo. Incluso cuando Marsano opta por encarar su objeto de deseo y declarar su amor, sus palabras se apoyan en cuidados detalles instrumentales que la salvan de caer en los obvios clichés del amor adolescente. Lo cierto es que, al darle vida a este ritual de aprendizaje, la cantante peruana ha logrado capturar las sensaciones y emociones que lo acompañan: su encandilamiento, su inquietud, su extraña y fascinante inevitabilidad.
Escuchá a Flavia Marsano en plataformas de streaming (Spotify, Apple Music).